Desde hace 40 años, se ha escrito sobre la Revolución de la Informática y el Desarrollo Tecnológico, así, Alvin Toffler en “El Shock del Futuro”, fue de los primeros en visualizar los cambios; le siguió, “El Fin del Trabajo del Trabajo” de Jeremy Rifken, “Un mundo desbocado” de Anthony Giddens, y otros. “Twitter, Facebook, Youtube, Linkedin” etc. te informan, no siempre con certeza, de lo que sucede al instante. En redes sociales te encuentras con “todólogos”, que opinan desde el Big Bang, la legalización o no de la mariguana, el aborto permitido, la economía mundial, geopolítica, astronomía, de todo tipo de vacunas, religiones, las elecciones en E.U., en el Medio Oriente y, algunos amparados en el anonimato, cuelan su frustración, soledad, veneno e insidia a través de las redes.

Prefiero el mundo intelectual, pero ¡cuidado con la frase! “todas las ideas son respetables, me parece una estupidez; lo respetable es el derecho a expresarlas” (Arturo Pérez- Reverte). Una pregunta reiterada: ¿Requerimos de una legislación para las redes? La respuesta es un sí contundente; empero, a nuestro juicio tendría que ser de lo más justa posible, como deben de ser todas las legislaciones y en este caso, de carácter internacional. Cierto, algunas de estas redes, ya cuentan con determinadas normas para los usuarios y cabe recordar a Víctor Hugo: “Ser bueno es fácil; lo difícil es ser justo”. De una manera u otra, ya contamos con policías cibernéticos para supuestamente evitar fraudes financieros, pornografía infantil y otros rubros importantes; sin embargo, hasta ahora no ha sido suficiente, por tanto, a esos cientos, miles y quizá millones que en redes se esconden tras el anonimato o falsas identidades, cabe recordarles: “¿Qué es lo mejor que has recibido de tu padre? El hábito, que no siempre observo, de no recibir las cosas sin examinarlas. Veo que la gente tiende a aceptar la realidad sin detenerse a observarla, sin pensar que puede ser cuestionada. Todo es admitido como real, y en especial lo que sucede el día de hoy. Se entiende que lo actual tiene una gran fuerza. Claro que el único tiempo que conocemos es el actual, pero como va renovándose, no sé si tiene un valor para el porvenir” (Entrevista con Jorge Luis Borges en el libro de María Esther Vázquez, titulado “Borges, sus días y su tiempo”, Ediciones B, Argentina, 1999). (Continuará).

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