El día de la Constitución
Es tiempo de exigir que se respete a la Constitución y que no se cometa ningún acto más que atente contra ella.
Cada 5 de febrero celebramos un aniversario más de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, conmemorando la fecha que en 1917 dio origen al México actual. Después de casi 7 años de luchas internas ininterrumpidas, en el entonces “Teatro Iturbide” de nuestra querida Ciudad de Querétaro, se reunió el Congreso Constituyente que construyó este documento que es la base del sistema político y jurídico de nuestro país.
El teórico francés Ferdinand Lassalle escribió que la Constitución es “La suma de los factores de poder que rigen en un país”; “el reflejo de una nación en un momento determinado”. Yo considero que la Constitución no sólo puede ser el reflejo de la realidad sino también debe ser el proyecto de futuro que un país se plantea a sí mismo; un proyecto fundamentado en el diseño institucional que aspiramos a construir, pero también que pretendemos obedecer.
La Constitución, como norma fundamental del sistema jurídico, es el mejor ejemplo de que no basta modificar las leyes para transformar la realidad, pero la realidad no puede cambiar sin la hoja de ruta que trazamos desde las leyes. Y a esa fórmula además hay que agregar que nada puede cambiar sin la voluntad de cumplir y hacer cumplir las leyes: sin cultura de la legalidad y sin Estado de Derecho, no hay futuro para ninguna sociedad.
En el México de 1917, tres artículos fundamentales definieron el mayor legado institucional de la Constitución: el derecho a la educación pública y gratuita establecido en el artículo 3º, el reparto agrario establecido en el artículo 27, y los derechos laborales establecidos en el artículo 123, que marcaron un hito universal por ser la primera vez que se reconocían derechos sociales en una Constitución. Sin embargo, durante los años subsecuentes ocurrió un fenómeno particular.
Jesús Silva-Herzog Márquez escribió que una de las mayores tragedias de la legalidad radica en que durante muchos años a la sociedad mexicana se le enseñó a admirar y hasta adorar, pero nunca a obedecer, a la Constitución. Esa norma fundamental que, ante todo también debe ser el principal mecanismo de control para el poder político, pierde todo su valor cuando lo que dice no se aplica en la realidad.
A 106 años de su promulgación, hoy tenemos un gobierno federal que atenta todos los días contra la Constitución y sus principios; que lejos de respetarla y hacerla cumplir, incita a su desobediencia. Ningún acto positivo puede venir de una autoridad que no respeta las normas que la sustentan. Por eso, hoy más que nunca es urgente recordar el origen queretano de nuestra Constitución; en esta tierra se construyeron los acuerdos que definieron el orden actual de México y aquí mismo debe nacer la fuerza que permita recuperar su pleno vigor y el lugar que por Derecho le corresponde. Es tiempo de exigir que se respete a la Constitución y que no se cometa ningún acto más que atente contra ella. La
Constitución es nuestra y la mejor forma de conmemorarla es protegerla y defenderla.