Las ciencias y las artes han dado a México tres premios Nobel; antes que Octavio Paz fuera recipiendario del de Literatura, era un constante reproche mudo de gobierno y sociedad el que entre tantos buenos literatos ninguno lo hubiera recibido; aparte de Paz, Alfonso García Robles obtuvo el de la Paz (compartido) y Mario Molina, también compartido, el de Química. Recientemente se habló de la candidatura de Fernando del Paso, al de Literatura. Los cuatro, miembros del Colegio Nacional.

No sólo eso, la flaca memoria olvida que tanto Enrique González Martínez y Alfonso Reyes también fueron en su momento considerados al Nobel de Literatura. Los dos, miembros fundadores del Colegio Nacional. En 1983 o 1984, Artur Lundkvist, el poeta y académico sueco quien promovía a los escritores de habla hispana para el Nobel, dijo que firmes candidatos, incluso ex aequo, eran Paz y Carlos Fuentes. Éste, sobra decirlo, miembro del Colegio.

La astronomía no es una de las ciencias consideradas para el Nobel, pero hay un equivalente: el Lomonósov; Guillermo Haro, uno de nuestros grandes científicos fue el primero en recibirlo, por su enorme aportación a una ciencia que, pocos saben, tiene en México un desarrollo extraordinario, en parte gracias a Haro (quien por cierto estudió Derecho, no  Astrofísica); dos de sus discípulos, Arcadio Poveda y Manuel Peimbert, también miembros del Colegio, han hecho aportaciones a la astronomía mundial que revolucionaron las teorías acerca de la formación del Universo. Para echar más leña, otra discípula de Haro, Deborah Dultzin, con estudios importantes sobre hoyos negros, no pertenece al Colegio. Tampoco la mencionan las que califican de misoginia la actitud del Colegio; es de temer que desconozcan su obra.

La creación del Colegio Nacional en 1943 coincidió con la creación de la Casa de España en México, con el propósito de que los miembros pusieran sus conocimientos al servicio de la nación; los integrantes son consejeros no oficiales del gobierno, aunque muchos gobernantes los consideren elitistas (la cultura siempre será elitista, no así la educación). Poner la cultura al alcance del pueblo, no a la inversa. Mucho se instruirían si leyeran los estatutos del Colegio, divulgados en el libro El Colegio Nacional, 60 años. 1943-2003.

Varios miembros del Colegio Nacional son celebridades en el mundo de la ciencia; desde luego, no cualquiera puede leer los ensayos eruditos de Arturo o Emilio Rosenblueth, de Marcos Mazari, Marcos Moshinsky, si pueden leerse los trabajos especializados de Ignacio González Guzmán y Donato Alarcón Segovia, no es sólo por la inteligencia de los lectores, sino por la claridad y excelente escritura de ambos médicos. Cabe destacar que toda la población femenina de gran parte del mundo haya sido beneficiada por las investigaciones de Jesús Romo Armería, y que en su ataque indiscriminado lo incluyan entre los misóginos que no han permitido el acceso más que a un minúsculo número de mujeres. Pero a despecho de parecer ignorante, ¿cuántas han realizado tareas a la altura de quienes hemos mencionado? Quiénes, hombres o mujeres, han hecho por la humanidad lo que hicieron Isaac Ochoterena, Ezequiel Ordóñez (seguimos siendo beneficiados por él), Manuel Sandoval Vallarta, admirados en todo el mundo y muy poco aquí.

Ha habido, desde luego, de miembros que han llegado al Colegio por su popularidad, como Diego Rivera (quien en una reciente exposición se vio que su obra  sigue estando a la altura de los genios que hace un siglo  modernizaron la pintura), como Mariano Azuela, José Vasconcelos, el propio Fuentes; pero en todo caso su popularidad se debe a su calidad, y no al revés; hay muchos otros, conocidos pero poco leídos, como Antonio Alatorre.

Cierto, hay nombres que asombra  no estén o hayan pertenecido al selecto grupo, como Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Rafael F. Muñoz, sobre todo Martín Luis Guzmán, y desde luego Rosario Castellanos; otro excluido, Salvador Novo, se quejaba de lo difícil que era llegar al Colegio Nacional. Pero se refería al tránsito y no a otra cosa.

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