El ser humano ha modificado el clima, se ha convertido en un “agente climático” desde hace poco tiempo relativamente. Ha deforestado bosques para hacerlos campos de cultivo y pastoreo, pero en la actualidad su intervención ha sido mucho mayor: emite abundantes gases que, según algunos autores, producen un efecto invernadero: CO2 en fábricas y medios de transporte y metano en granjas de ganadería intensiva y arrozales. Las emisiones se han incrementado hasta un nivel en que es difícil que se reduzcan a corto y medio plazo, por las implicaciones técnicas y económicas de las actividades involucradas.

Estamos ante lo que el ingeniero Santiago JM Del Pozo Donoso llama “cambio climático”, que es “la modificación del clima con respecto al historial climático a una escala global o regional. Tales cambios se producen a muy diversas escalas de tiempo y sobre todos los parámetros meteorológicos: temperatura, presión atmosférica, precipitaciones, nubosidad, etc”. En teoría, son debidos tanto a causas naturales como a las actividades humanas.

Son cuatro las fuentes que contribuyen más significativamente a acelerar el cambio climático global, a saber: las emisiones de gases de efecto invernadero (uso de combustibles fósiles, degradación de bosques y deforestación), el incremento del albedo (deforestación y creación de islas de calor), emisiones de calor (sistemas de refrigeración de plantas térmicas y de motores de combustión interna, incendios) y emisiones por acumulación de residuos (vertederos y rellenos sanitarios). Es evidente la importancia de los bosques nativos para disminuir el CO2 de la atmósfera, a través de programas dirigidos a detener su degradación y deforestación, incorporarlos en los proyectos urbanos e industriales y recuperación de bosques urbanos.

El cambio climático tiene efectos desastrosos sobre los seres vivos: se adelanta el comienzo de los procesos de floración, la migración de las aves, se alargan las estaciones, se altera el volumen de algas, plancton y peces en los océanos de latitudes altas, la migración es más temprana en los peces en ríos, en los seres humanos ha aumentado la mortalidad asociada con las olas de calor en Europa, han incrementado las enfermedades infecciosas y diarreicas por contaminación de acuíferos, ha aumento de la desnutrición debido a las sequías y al desequilibrio estacional de las cosechas, han aumentado las inundaciones, tormentas, incendios y sequías.

Estamos ante un escenario inquietante, pero tenemos la oportunidad de realizar acciones en la vida cotidiana que permitan a las nuevas generaciones tener un mundo en equilibrio y gozar de una vida sana.

¿Qué podemos hacer? Reemplazar los focos tradicionales por uno de bajo consumo, apagar los aparatos eléctricos mientras no estén en uso, utilizar menos los vehículos de combustión, caminar más, tener en buenas condiciones nuestro vehículo, reciclar, no generar basura, evitar utilizar botellas, toallas de papel, ahorrar agua, plantar un árbol, etcétera. Los pequeños esfuerzos individuales son los que motorizan los verdaderos cambios.

Es la última llamada para una vida sana de las siguientes generaciones. Las actuales generaciones debemos entender que debemos cambiar nuestra forma de vida, que tenemos que enseñarnos a vivir en equilibrio con la tierra. Como sociedad, debemos asumir nuestra responsabilidad ante los impactos de nuestro comportamiento, hay que cambiar los estilos de vida. Para tener una “buena vida” no es necesario un consumo individual, tener “más”, usar y tirar. En estas fiestas se nos hace fácil comprar y comprar, confundimos el cariño con el costo de un obsequio. El mejor regalo es hacer lo que nos toca para tener una sociedad sólida y sana. No olvidemos la prospectiva generacional, qué queremos para nuestros hijos, para los hijos de nuestros hijos.

Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local.

@Chucho_RH

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