Hace algunos años ya de mi primer emprendimiento, la idea de ligar algo que me apasionaba -aun hoy en día-, el café, a través de una franquicia, un “modelo de negocio probado”, nos entusiasmo a mí y a mi socio de aquel entonces. La intención de traer un producto y servicio mexicano -veracruzano para ser precisos-, innovador, competitivo y de valor diferenciado a Querétaro en aquel entonces, nos convenció a ambos de invertir y pues “nos lanzamos” impulsados por la sed de independencia económica y el interés de aportar -esto lo retomaré en posteriores líneas-; fracasamos olímpicamente después de poco más de un año, pero la experiencia me dejó, además de deudas y una amistad perdida, un gran aprendizaje y sobre todo una cicatriz que a la fecha sigue generando cosquillas más que comezón.

Esta semana, para mí así declarada docena de lectores -lo aprecio en verdad-, quiero traer a #DesdeCabina, una reflexión que sigue viva desde aquel día en que tuve que liquidar, moral y legalmente, la iniciativa a la que hoy llamo mi primer emprendimiento -ya van varios y contando-. Me refiero a qué nuevo negocio iniciar, cuál debería ser el producto o servicio que sea congruente con la idea de independencia económica, la oportunidad y sensatez, en los tiempos de mercados cambiantes, de clientes ampliamente diferenciados, de publicidad orgánica en redes sociales, lo mismo positiva que negativa, en una época en que surgen nuevos modelos de negocio a una razón poco entendida, donde se privilegia la experiencia, la relación: “valor de producto-precio-fidelidad de marca”, en la que la existencia del metaverso, las colaboraciones entre diseñadores y grandes marcas parece reinar, da cabida a la interrogante: ¿qué aportar?
Sin que esto signifique minimizar a los que han construido grandes fortunas y con ellos  impresionantes aportaciones a la sociedad y no solo a sus economías familiares, considero en verdad relevante voltear a ver aquellos negocios en donde “se aporta algo”, aquellos modelos que lo mismo transforman a la personas que a sus regiones, a la sociedad en su conjunto, en donde ganan los socios, emprendedores y la sociedad recibe un producto o servicio que se valora -no solo por lo que se pagó por él- y que produce una relación de amplio valor en el tiempo, sino por la contribución que a veces es difícil monetizar, pero que se constituyen como intangibles de una sociedad.

Construir y desarrollar negocios que busquen este tipo de aporte seguro no debe ser fácil. Algunos “gurús” del emprendimiento y de los negocios recomiendan enfocarse en emprendimientos relacionados a las propias capacidades y experiencias, desarrollar negocios de improntas huecas y solo monetarias seguro no será equivocado, pero tampoco provocará una trascendencia asociada a la transformación de ese pequeño o gran rincón de la sociedad al que el emprendimiento busca llegar.

Esta martes #DesdeCabina recuerdo y reconozco aquellos negocios, empresas o emprendimientos que buscan aportar, que se enfocan en entregar valor, que se esfuerzan en producir fidelidad, no por prestigio o costo que se asocie a exclusividad, sino por la construcción de valores, por la huella que pretenden dejar en su camino, por el enfoque trasformador de su entorno, en un mundo más preocupado en el business por el business, que en la transcendencia.

@Jorge_GVR

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