Para Rosa Icela, poryasabesqué

Algunos los llamaron el AMLOfest, como si se tratara de un acto comercial o algúnencuentro para únicamente distribuir canonjías. Pero no. Era un desborde para asistir al acto final de la campaña del tres veces aspirante a la Silla del Águila, ya que en las anteriores hubointervención estatal en su contra (Jorge Castañeda, dixit). Ahora, empero, la insistencia de Andrés Manuel lo ha llevado a que tenga plazas llenas (el caso de Veracruz y las maniobras del truculento Miguel Ángel Yunes se cuecen aparte), sus propuestas fueran las que guiaran la contienda electoral y las encuestas y sondeos todos, lo dan como ganador el primero de julio.

Sus admiradores, según cuenta un vigilante del local, empezaron a llegar desde la una de la tarde. Había dicho la inteligente y súper activa Tatiana Clouthier que no se necesitaba boleto de entrada, aunque lo pedían y había puertas que no estaban abiertas, por lo tanto el estadio a las 16 horas que era la cita, parecía que no se llenaría. Pero la gente fluía por donde podía y según un compañero de teclas, Salvador Martínez, el local se retacaría y habría cantidades importantes afuera viendo las pantallas. Lo que ocurrió sin duda.

La organización era laxa pero improvisada en estos menesteres de poder encaminar a la gente por los rumbos adecuados. Miles querían ir a la parte baja donde, quizá, podrían tomarse un selfie, hacer que les autografiaran un libro o la mano o cuando menos agarrar la diestra o la siniestra del personaje principal. Algunos lo lograron.

En las tribunas había básicamente capitalinos y pocos de otros estados, donde hubo cierres de campaña y en dos o tres acudió AMLO. Por eso no se entendía que los locutores (dicen que eran de la Ke Buena -sic radiofónico-, mostraban su ignorancia en lo que gritaban o preguntaban) insistiera en querer hacer participar a la gente, aunque cuando sugirieron hacer la ola el público se animaba.

La militancia con ideas novedosas. En una camiseta se leía: “Esta playera no la tiene ni Obama” y la efigie central era Andrés Manuel (algunos tradicionales dicen que no debemos tutearlo). Otros con cuatro cartulinas que decían AMLO. Y algunos más haciendo porras que el triunfo no se los quita ni Dios, ni Azcárraga, ni menos el INE. ¿Arroz cocido?

Susana Harp, La Banda de Tlaxiaco (Oaxaca), Caña Dulce y Caña Brava (en una de sus coplas decía “soy un diario censurado” y “la nota que no se dijo”) estuvieron haciendo su trabajo con gran soltura. Llegó, Margarita, la diosa de la cumbia (¿por qué no estabas Froylán López Narváez para explicarme la importancia de esta maestra?) y muchos empezaron a bailar y entonar sus canciones de las más conocidas a las novedosas. Llegó Belinda y la muchachada se prendió (¿cómo hiciste falta, Monsi para ilustrarme?), y fue de sus éxitos, al Sapito que ya no lo presenta, hasta la canción mexicana, derrochando producción y versatilidad.

Entonces, mi cuate Martínez me indicó: estadio lleno, luces de celulares prendidos en todos lados, asistentes gritando pero ya desesperados por el conocido Peje.

Cuatro horas después, apareció don Terquedad con Beatriz Gutiérrez Müller a su lado. Ella se adelanta porque el caminar del hombre de Macuspana es lento, cadencioso y con deseos de apapachar a quienes han dado mucho por seguirlo sin pedirle nada a cambio. El sacrificio es su divisa.

¿Por qué tan tarde en un cielo que hace tiempo anuncia lluvia?

Debido a que viene de su ¿última” gira? en la cual recorrió dos o tres estados, no obstante que lleva años visitándolas, con campaña o sin ella. No es su tardanza por hacer esperar a la gente que no se queja, sino quiere verlo, no obstante que se haya subido en escalera para escarpar el monstruo de Santa Úrsula, haya realizado trayectos largos y complicados o tenga que abarrotar el Tren Ligero, después de esperar más tiempo que en las clínicas del IMSS (ojo Mikel).

Antes del actor central, Claudia Sheinbaum hace un juicioso y encendido discurso elogiando el trabajo de los militantes que hacen su tarea diaria, puerta por puerta, y en condiciones incluso muy adversas. Una batalla sin fin. El calor se empieza a encender.

Discurso aparentemente previsible, si uno sabe las ideas del político más mentado en el país (disculpe usté, mister EPN). Aunque hace un recuento de quienes ayudaron a este momento: de Valentín Campa, Demetrio Vallejo y Othón Salazar a Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez pasando por Manuel Clouthier, Salvador Nava, Julio Scherer y el gran Monsi. Mención especial para José María Pérez Gay y entre los vivos a Elena Poniatowska, Fernando del Paso y Carlos Payán (faltó Miguel Ángel Granados Chapa).

Aplausos a muchas de sus propuestas de un discurso elaborado, el cual recreó, en especial a quitarle las pensiones a los ex presidentes, atacar la violencia con apoyo de los familiares de las víctimas, no seguir con el inefable Cisen, ayudar más a viejitos y discapacitados, salud para todos y algunas más que propuso en cincuenta minutos.

Apuntó que no habrá represalias contra nadie, se respetará ampliamente la libertad de crítica y expresión (tiemblen los que insistían en El Mesías Tropical) y no habrá impunidad para nadie, incluido el presidente en turno, y que privará la austeridad en el país (cuya divisa sigue latente: “El que no transa no avanza”).

Pero todo ello es la introducción de un programa de gobierno que ya está en el libro trece de Manuelovich, el cual se detallará en muchos rubros en los siguientes meses, algo que asevera el diplomático Agustín Gutiérrez Canett, ocurrirá sin duda en la política exterior.

Empieza a chispear y llega Eugenia León, quien recordando su época en el grupo Víctor Jara, del PCM, nos ofrece una nueva versión de La Paloma, en donde están ahora los 43 de Ayotzinapa, las malevolencias de antes y las esperanzas que no suenan a lejanía.

Óscar Camacho se tapa, Rivelino Rueda sigue escribiendo, Alejandro no deja de tomar imágenes y muchos empiezan a enfilarse a los túneles para salir lo más rápido posible para que el chaparrón que se desató no les arruine la fiesta. Hay una sensación colectiva de “Ahora sí la haremos”.

En otros lugares, también se habla de López Obrador. Es la obsesión última de José Antonio Meade, el rival a perseguir aunque lejanamente de Ricardo Anaya y la invocación de un Bronco que resultó manso y debió el TEPJF regresarlo a los toriles.

La esperanza de México fue una iluminación que en el Azteca resultó cierta.

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