Actualmente el tema del emprendedurismo ha tomado una fuerte relevancia en el mundo al ser un modelo que promueve el desarrollo económico, social y cultural. Es así como desde el sector público y privado hoy en día se proyectan y ejecutan diversos proyectos de incubación y aceleración de ideas emprendedoras. Muchas de estas ideas hoy están consolidadas en organismos de la sociedad civil; empresas o en proyectos de liderazgo político y cultural.

Aun cuando el tema está de moda y se está trabajando desde diversos enfoques para su promoción, lo cierto es que a la fecha no existe una definición concreta de lo que se puede entender por emprendedurismo. Sin embargo, en cuestiones básicas y elementales podemos definirlo como el proceso mediante el cual una idea se convierte en un proyecto concreto, sea este con fines de lucro o de beneficencia social. Es así como podemos tener emprendedurismo social, político, empresarial, cultural y tantos más en la medida que existan ideas que puedan traducirse en proyectos consolidados.

Esta situación polisémica genera diversas perspectivas y enfoques cuando se trata de abordar, evaluar y comprender la realidad del tema emprendedor. Para la realidad de México existe el Índice Global de Emprendedurismo y Desarrollo (GEDI por sus siglas en inglés), el cual aborda al emprendedurismo desde el estudio de los factores que conllevan al crecimiento económico y a la creación de empleos, ambos considerados como factores básicos para la competitividad y productividad de cualquier país. Según el GEDI, en una evaluación a 118 países México ocupa el lugar 57 en términos de actitud emprendedora, 46 en términos de habilidad y en el 74 en términos de aspiraciones emprendedoras.

Mucho del boom que actualmente tiene el tema del emprendedurismo se sustenta en una realidad en la que todos somos capaces de crear, producir y distribuir. Hace 50 años esto era impensable ya que sólo las empresas con grandes capitales o los gobiernos con recursos públicos tenían la capacidad de invertir, producir y crear. Hoy en día el desarrollo de la tecnología ha propiciado la reducción de costos de muchos procesos de producción, sobre todo por los avances en las telecomunicaciones y como éstos han modificado la manera en que se brindan servicios y productos.

En ese sentido, por los apoyos que existen tanto de la iniciativa privada como de la pública, y por la manera en que la tecnología ha reducido los costos de producción, se puede decir que el dilema de quienes emprenden hoy en día no radica tanto en la capacidad económica para invertir y producir; sino que en la actualidad el dilema está en qué tanto las ideas son capaces de madurar y ser viables como proyectos. Es decir, existe una focalización sobre las ideas y la construcción de las mismas, lo cual ha generado que por todos lados proliferen ideas en la búsqueda de los mecanismos para hacerlas madurar y garantizar su viabilidad.

Esta situación ha generado una tendencia que pondera la generación de ideas por sobre toda las cosas. Es por ello que vemos en la actualidad una fuerte promoción a crear e imaginar. De ello han salido muchos proyectos valiosos, pero lamentablemente la gran parte de las ideas que llegan a las incubadoras se quedan en el tintero al no representar viabilidad. Ante esta realidad es necesario no dejar de considerar que en los procesos de innovación las nuevas ideas son sólo una parte de la ecuación, donde la ejecución es la otra parte, y quizás la más importante.

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