El presidente de la república rindió su primer informe de gobierno. Mucho se ha escrito y comentado al respecto. Sin embargo, hay un tema que brilla por su ausencia, tanto en el discurso del presidente como en lo comentado por la prensa. Un tema fundamental: el cambio climático.

La Organización de las Naciones Unidas ha establecido al cambio climático como el mayor desafío de nuestro tiempo. Más allá de cualquier tema social, político, cultural o económico. Esto es así, porque el cambio climático incide negativamente en todos estos rubros y, además, puede significar el fin de la civilización tal y como la conocemos.

Se puede argumentar que hay problemas más urgentes en México: la pobreza, el hambre, la desigualdad. Sin embargo, el cambio climático afecta con mayor fuerza a los más vulnerables. Esto es: a mayor degradación medioambiental más pobreza, más hambre y más desigualdad.

Un estudio del Banco Mundial concluyó que uno de los efectos del cambio climático en México –si no se hace nada– será que en 2030 3 millones de mexicanos más vivirán en pobreza extrema. Pobreza creada únicamente como consecuencia del deterioro de nuestros ecosistemas. En pocas palabras: de nada sirven las ayudas sociales y los programas asistencialistas, si no se hace algo para mitigar los efectos del cambio climático.

Tomando esto en cuenta, resulta preocupante que el presidente, al rendir su primer informe de gobierno, no haya dedicado una sola palabra al cambio climático. Eso sí, dedicó un buen espacio de tiempo para hablar de sus proyectos estrella, los cuales pueden ser considerados un ecocidio: Dos Bocas y Tren Maya, por nombrar los más importantes.

Cuando se cumplieron 100 días de gobierno, escribía en este espacio que uno de los temas pendientes del presidente era el medioambiental. Por ser un tiempo muy corto –los 100 días– para emitir una valoración, le dí al presidente un voto de confianza en la materia, esperando que con el paso del tiempo recuperaría la fuerte agenda ecológica que presentó en campaña.

Ahora, después de rendir su primer informe, parece que la tendencia se aclara y que no fue un tema de tiempo sino de esencia: el cambio climático no es una prioridad para el presidente y su gobierno. El mayor desafío de nuestro tiempo no le interesa a la persona que dirige nuestro país.

Como sociedad no podemos permitir que las prioridades del país sean ordenadas de forma arbitraria. No debe depender de un solo hombre o de su equipo determinar qué es importante y qué no. Sobre todo, cuando se trata de una crisis que científicamente debe ser una prioridad del gobierno federal.

Como sociedad debemos exigir que nuestro futuro y el futuro de nuestro hijos sea valorado en su justa medida. Que nuestros ecosistemas sean protegidos. Que pasemos de ser un país cuya principal fuente de energía es la fósil, a un país cuya principal fuente de energía sea renovable. Que pasemos de un país que consume 84 mil 500 millones de bolsas de plástico al año, a un país que reutiliza y recicla. Que pasemos de un país que pierde un millón de hectáreas de bosque al año, a un país que atesora y acrecienta sus riquezas naturales.

Esto es lo que debemos de exigir como sociedad si queremos evitar una catástrofe que afectaría, en primer lugar, a los más pobres y vulnerables, a los que tanto nombra el presidente como fin último de sus acciones, pero que, en realidad, más sufrirán su negligencia medioambiental.

Para elevar esta exigencia contamos con la herramienta más poderosa a nuestro alcance: la democracia. Esa es la voz que tenemos que utilizar para que nuestras autoridades entiendan que su ignorancia y sus intereses ponen en riesgo nuestra supervivencia.

Diputado federal por Querétaro

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