Nuestra ciudad crece todos los días y con ello se ve repleta de nuevos retos, problemas y condiciones de vida, a los cuales nos resistimos en la medida de lo posible y pretendemos rescatar del recuerdo aquella versión tranquila que poco a poco se irá perdiendo en el olvido de las nuevas generaciones que ya no tuvieron la fortuna de conocerla, durante aquellos años cuando el ruido y el movimiento constantes nos eran ajenos y distantes.
Sin embargo, a pesar de su propia actualidad, siempre se las ingenia algunos fines de semana muy temprano, para recordarnos cómo fue y permitir reencontrarnos de nuevo con esos momentos donde se abre a la vista su belleza más íntima, de tal suerte que hasta algunos de sus otros habitantes aprovechan una mañana gris y con un matiz de neblina, para cortejar a su pareja que se concentra más en el paisaje de su acueducto que en sus amorosas intenciones.
La húmeda cantera de la balaustrada engalana la escena y la vista, invitándonos a olvidar un momento la vorágine de hoy día y disfrutar como antaño este Querétaro nuevo que deseamos conservar.