"Una madre loba mató a uno de sus cachorros, mortalmente herido; así me enseñó la dura compasión y la necesidad de permitir que la muerte llegue a los moribundos. Las peludas orugas  que caían de las ramas y volvían a subir con su esfuerzo me enseñaron la virtud de la perseverancia, y su cosquilleo sobre mi brazo me enseñó como cobra vida la piel. El hecho de trepar a las copas de los árboles me reveló la sensación que el sexo me haría experimentar mas adelante."

- Libro, Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola Estés

Vestida siempre como indicaban los padres, el comportamiento era el de una niña “bien educada” aquella que en ésos tiempos debía mantenerse callada y bien sentadita, toda arregladita como a sus padres les gustaba. En las reuniones familiares lucía por su ternura y amabilidad. La cosideraban “la consen” porque aunque no era la más pequeña, era la penúltima y  la que asistía con mayor frecuencia a las reuniones familiares. Siempre dócil en su trato…

Seguramente como muchas antes y muchas aún después de ella.  ¿Cómo abrir los ojos antes cuando todo tu entorno te enseñaba que las mujeres eran propiedad del hombre? Y las madres lo promovían porque desconocían el percibirse de otra forma que no fuera como “la esposa de”, “la Señora de”.

Vivió una infancia disfrazada, una infancia y parte de adolescencia mostrando ser quien no era, olvidándose de su propia esencia. En su interior existían dudas, pasiones, deseos pero lo sofocaba porque pensar así era incorrecto. Lo natural pareciera, que era malo.

La transformación llegó, y no es nada fácil descubrir que te habías olvidado de tu esencia y que durante años fuiste sólo la muñequita que sonreía a todos. El tiempo pasa y con ésa alma inquieta que siempre la caracterizó, no se conformaba, siempre indagaba y aunque hubo un tiempo de tranquilidad y quietud, despertó. Quizá más tarde que otras, quizá no. ¿Cuándo es tarde para hacer algo? Simplemente despertó en el momento que estaba preparada.

Educarse en una época donde los padres maltrataban a los hijos y se les llamaba estrictos, para despertar a otro estilo en donde a los hijos se les permite encontrar su esencia.

Descubrir que el maltrato es mal trato, aunque venga de los seres que te dieron vida pareciera demasiada incongruencia. Pero, ¡así era entonces! Las creencias de criar buenos hijos estaban fundadas en la educación donde nadie podía expresar lo que desde su interior surgía. Callaban voces para poder encajar en la sociedad y más que encajar ser aceptados.

El despertar de tu propio ser es poder escucharte, viajar por la introspección y descubrir que hay algo que siempre te ha hecho ruido como ése zumbido que da en ocasiones en el oído, hasta que un día decides poner atención a eso que durante décadas ignoraste y es que la mujer ha crecido y hoy reclama su naturaleza.

Volver a nacer siendo natural, sencilla, confiada, valiente, fuerte y amorosa, abriendo camino en un mundo todavía con seres que son limitados por sus propias creencias y que no entienden a ésas mujeres que sólo quieren ser ellas en el más amplio sentido.

Tocar la puerta de tu propia fuente para descubrirte y permitirte ser la mujer que permaneció dormida desde su nacimiento. Resurge mujer y muéstrate valiente ante el rechazo y el no entendimiento. Muchos te tacharán de loca pero al final serás tú, ¡así! Salvaje y libre.

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