Qué será lo que ocurre con la realidad actual, que en ocasiones se asemeja a una temporada de huracanes, donde cualquiera de ellos seguramente nace como una leve brisa  de aire templado y poco a poco va adquiriendo una fortaleza tal, que sus vientos llegan a superar los 119 kilómetros por hora para ser categoría 1 y más de 250 kilómetros por hora para llegar hasta la categoría 5. Estoy cierto que el ritmo es diferente y que ha llevado tiempo, pero hoy día muchos de los eventos que ocurren a lo largo y ancho del planeta iniciaron como un comentario de aire templado y su evolución los ha llevado a convertirse en verdaderos huracanes que trastocan y acaban con el patrimonio, los sueños y en ocasiones con la vida misma de las personas.

Hay eventos como las circunstancias de las economías, que entran en estado de guerra y sus consecuencias llegan como la lluvia torrencial, que no para hasta que los ríos de la normalidad se desbordan e inundan múltiples vías de las actividades productivas y de negocio, de tal suerte que arrastran la estabilidad y llenan de fango las calles y avenidas por donde el comercio transita cotidianamente hasta el punto de inmovilizar o, peor aún, dejar secuelas graves en la salud de las finanzas, hasta hacer desaparecer las posibilidades  de salir adelante y terminar de tajo con bonanzas y niveles de bienestar.

También actividades, como la política, llevan consigo maneras muy diversas de ver las cosas y algunas declaraciones y decisiones  de líderes mundiales parecieran activar sismógrafos, que registran desde pequeños hasta grandes temblores y en cosa de un par de minutos derrumban planes, acuerdos, proyectos en marcha, trayectorias y mucho más, de tal suerte que muchos de los pilares que sustentan la estabilidad y las buenas relaciones en muchos ámbitos, sucumben de igual manera dejando casi todo en tan solo polvo y ruinas para recomenzar de nuevo, una y otra vez.

La intolerancia, la explotación y la xenofobia son como aguas cuando las lluvias llegan con exceso y vencen las represas de la sensatez, del respeto y de la tolerancia para inundar y llevarse consigo los límites de una sana convivencia, haciendo prevalecer criterios y pensamientos que llegamos a creer superados hace tiempo en muchas sociedades actuales, pero que desafortunadamente ahí continuan y buscan inundar a través de los ríos de la tecnología de la comunicación hasta ahogar la buena voluntad hacia los demás.

Mas aún, una de las cosas que vemos crecer y proliferar sorprendentemente, son la inseguridad y la violencia, males que se elevan como las llamas de un incendio no controlado que devora comunidades enteras, dejando tan solo dolor y desolación a su paso. Lo mas grave de esos incendios es cuando llegan a territorio común, en los bosques llenos de árboles de la esperanza, comenzando a quemar la de la mayoría, hasta convertirla en cenizas.

Lo anterior ejemplifica mucho de esos desastres no naturales que hoy día afectan a la humanidad y hacen que, junto con aquellos propios de la naturaleza, se antoje muy difícil pensar de nuevo en tiempos de paz y armonía. Hoy debemos estar alertas permanentemente y atentos para tratar de entenderlos y prevenirnos aferrados a los valores para actuar en consecuencia. Tal vez sea tan solo una mera percepción, pero cada vez huele más a realidad un planeta que enferma, pues manifiesta tener muy alta la temperatura en toda su geografía, de la que no puede sustraerse este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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