Democracia en riesgo
Hace unos días, Ernesto Zedillo, expresidente de México, expuso su opinión en torno al populismo. Señaló que ésta es la mayor amenaza en América Latina por diversas razones. ¿Cuál es el estado de la cuestión en nuestro país en torno al populismo y qué implicaciones puede tener?
El populismo es una forma de hacer política que en la actualidad y años recientes hemos encontrado tanto de derecha, como de izquierda en Asia, Europa, América, etc. En nuestro continente, en las décadas pasadas se ha apreciado un crecimiento del populismo, marcando un entorno político complicado para el ejercicio apropiado de la democracia.
Pero, ¿por qué el populismo es una amenaza y un peligro para la democracia? Primero es esencial mencionar que la democracia no se reduce al simple acto de votar en las elecciones o emitir una opinión de vez en cuando incluso en las redes sociales. La democracia es un sistema, es un estilo de vida, es una práctica social y cultural que se vive y se ejerce día a día en las escuelas, oficinas, espacios públicos, instituciones del Estado, en el terreno político, en la sociedad civil, etc. Es un entendimiento de cómo regimos nuestra sociedad y qué acuerdos existen en ella.
En torno al populismo, como se mencionó, es una forma de hacer política, una muy peculiar. En primera instancia, busca etiquetar a culpables del pasado y prometer el regreso a tiempos de “grandeza” o dar inicio a tiempos de “regeneración” o “construcción nacional” en algún sentido, todo esto a través de meros discursos sin explicar ni mostrar evidencia de cómo se conseguiría.
Ahora, es cierto que todo lo que obstaculiza al poder, le es naturalmente incómodo, sin embargo, el populismo lo lleva al extremo. Aquello que critique, disida o ponga en entredicho a la narrativa de los líderes populistas, como pueden ser académicos, periodistas, científicos, políticos, activistas, etc., y las mismas instituciones, es agrupado y visto como un enemigo existencial. Por ello en México (y otros países) hemos presenciado frecuentes ataques dirigidos hacia, por ejemplo, feministas, medios de comunicación, instituciones académicas, órganos electorales, etc.
Otro efecto del populismo es que, a través de narrativas que capturan los temores, miedos, anhelos, etc., de las personas; acentúa las diferencias en la sociedad y las muestra como irreconciliables, algo que va en contra del espíritu de la democracia, que lo que procura es el intercambio de opiniones y negociación entre las partes para llegar a acuerdos, es decir, encontrar consenso en el disenso. Así, el populismo busca establecer una visión como la única para ser seguida, excluyendo todas las demás como irrelevantes y alejando la posibilidad de un diálogo e incluso atacando a quienes proponen posturas y emiten opiniones diferentes a las regidas por los líderes populistas.
En consecuencia de lo anterior, la evidencia muestra que en una gran cantidad de casos el populismo evoluciona a un autoritarismo de Estado, dejando a su población en una posición muy endeble. Resulta crucial que revisemos esta situación con la debida seriedad, seamos seguidores o no del gobierno en turno. Debemos ser autocríticos y señalar lo que puede ser un riesgo. Hay cosas más importantes para el futuro de la democracia de México que el simple hecho de que los colores de nuestro partido por fin decoren Palacio Nacional.