A las mexicanas y mexicanos: Atender en primer lugar a los pobres, fue una decisión de Estado que implica un cambio de régimen político, económico y jurídico que, sin lugar a dudas, será un parteaguas en la vida nacional, por lo que es necesario hacer algunas reflexiones, particularmente, ante la realidad mundial y sus contextos, ya que no son pocas ni menores las voces que desde hace algunos años pugnan por una nueva política social a escala global.

La agenda gubernamental prioritaria de la presente administración enfatiza la atención a las personas más desprotegidas y humildes, lo que desde la lógica democrática es una necesidad impostergable; sin embargo, para los gobiernos y sectores neoliberales resulta innecesario. Si hay algo que los caracteriza es el pragmatismo, ya que piensan y hacen en función de la utilidad que van a obtener; alejados de toda ideología, su valor es la practicidad.

El método pragmático, evidentemente está peleado con el humanismo, la justicia, la libertad, la democracia, etc., en tanto ideologías positivas que han sido adoptadas como valores universales, los cuales constituyen en nuestros días pilares fundamentales para la organización social.

En esta tesitura, ante el principio de “primero los pobres”, cobra sentido el manifiesto disgusto de quienes piensan que la economía, los mercados, la ciencia y la producción, entre otros elementos, están por encima de los seres humanos, ya no digamos del planeta. De ahí que todo lo que está en el mundo es cosificado, tiene un precio y es convertido en mercancía en tanto que debe reportar una ganancia material, es decir una utilidad. Donde el capital es lo más importante y la meta es aglutinar lo más posible. Asimismo, el reparto de utilidades de manera equitativa es inconcebible y, lo es, porque la equidad misma no tiene sentido o valor alguno debido a su impracticidad.
Refiero lo anterior porque la política social del Ejecutivo Federal, denominada como política de bienestar, ha sido malinterpretada. La comparación con las acciones del personaje Robin Hood, surgido del folclore de la Inglaterra medieval, está fuera de toda realidad.

Ilustración: Armando Romero

La causa que encabeza Andrés Manuel es la de las personas vulnerables y oprimidas por un sistema económico y político inhumano, no una lucha de clases. La pobreza no tiene como fin la riqueza, sino la justicia en todas sus expresiones: social, económica, distributiva, judicial, de género, etcétera. Dicho de otro modo, la lucha no es contra la riqueza sino contra la injusticia traducida en múltiples desigualdades, exclusiones, discriminaciones y violencias.
En este sentido, el cambio de régimen es también un cambio de Estado; de uno pragmático a uno ideológico y, es ahí, donde radica la transformación profunda. La ideología no es un conjunto de ilusiones o necedades, sino como bien lo definió el lingüista Teun Adrianus van Dijk en su teoría del contexto, es el conjunto de creencias fundamentales de un grupo y de sus miembros.

La ideología es un pilar importante, en tanto que determina una ruta para caminar en comunidad hacia la misma meta. Entonces, la lucha contra el neoliberalismo que tiene su expresión más acabada en la pobreza no es estéril; por lo tanto, es necesario regenerar la vida pública y renovar la solidaridad social a partir de una serie de exigencias éticas y morales que den paso a la corresponsabilidad, ya que donde existe pobreza hay ausencia de justicia, democracia y libertad.

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