No hay como quedarse en casa en una tarde lluviosa y disfrutar de los juegos olímpicos por televisión… ¿Dije disfrutar?

Aún no ha pasado la primera semana y nuestras esperanzas se empiezan a esfumar. Mientras observo a los atletas, descubro del paralelismo entre lo que ocurre entre el mundo del deporte y la política, y me asombra que el deporte nacional sea un fiel reflejo del acontecer político nacional.

Independientemente de que tan dotado sea un atleta de alto rendimiento, inexorablemente el tiempo le habrá de cobrar la factura y tendrá que retirarse de las pistas. Los atletas saben que para seguir siendo competitivos es necesario llevar una vida recta y saludable, con un entrenamiento constante y altamente especializado que les permita ser los mejores, por último, deben ser cautos al elegir las pruebas en las que van a competir. Por todo lo anterior, podemos gozar las hazañas de Michael Phelps, el máximo atleta olímpico hasta nuestros días. El disciplinado Phelps solo compite en natación, jamás lo veremos en trampolín, mucho menos en tenis u otro deporte, por eso es el número uno.

En México, nuestros políticos le apuestan más a la fuerza del amiguismo, que al poder que deviene del entrenamiento concienzudo de la razón, sin descollar precisamente en ningún tema. Así vemos como las legislaturas locales y el Congreso de la Unión con sus honrosas excepciones, se han nutrido de celebres “wannabes”, cuyo mayor mérito es “ser gente de”. Por esta razón las reformas se hacen sin sustento, ni visión de Estado, se anuncian con toda pompa, cuando al aplicarlas a la realidad son un costosísimo fiasco.

Otro error común en todos los partidos es pretender que cualquiera puede ser competitivo en todos los campos de la administración pública, lo que conlleva un desempeño mediocre del funcionario en turno, en el mejor de los casos. También puede suceder que un funcionario suponga que por la fuerza, ya física o por la aplastante mercadotecnia propagandística, puede iniciar batallas a su gusto. Así vemos a un Marcos Aguilar, que se ha enemistado con sectores claves de la población, tomando decisiones que han agraviado a los queretanos. La última gran batalla, la inició el Presidente Municipal por su obcecación a fin de concesionar el servicio de recolección de basura, con resultados catastróficos para nuestra hermosa ciudad. No se pueden abrir tantos frentes en tan corto tiempo, pues el riesgo de desgaste es mayúsculo. Ahora, si ya tiene al público en contra, más vale ir pensando en el plan B: el retiro de la arena.

Tampoco podemos pasar por alto que existen prácticas poco escrupulosas, ya para beneficiar a un deportista o para alejarlo del podio. Sabemos de atletas que usaron sustancias prohibidas a fin de sobresalir en el campo y tras ser descubiertos han pasado a formar parte de la legión de la ignominia. En el ámbito político, todos los días somos testigos de la conducta irresponsable de aquellos políticos que inundados por la avaricia del poder, hacen uso de los tiempos de sus partidos o de la cobertura de sus dependencias para hacer campaña a su favor, incurriendo en prácticas desleales para los otros actores.

¿Y a los que no los dejaron participar? Como en el caso de los rusos, esa es otra historia con olor a miedo y trampa.

Analista política. anargve@yahoo.com.mx

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