Bernabé Sotelo Salinas, El Peluco, uno de los halcones de Guerreros Unidos, reveló en enero de 2016 que más de 19 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa fueron asesinados y quemados en el basurero de Cocula.

La declaración de Sotelo Salinas posee una relevancia particular. No solo porque El Peluco admitió que él iba en la camioneta que trasladó a los estudiantes al vertedero y porque aceptó haberse quedado en el lugar donde se hizo la pira desde las doce de la noche del 26 de septiembre de 2014 hasta las ocho de la mañana del día siguiente.

Sino porque la suya fue una confesión completamente “limpia”: la hizo en presencia de su abogado, y también de miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, así como del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro. No existe pues, sobre su confesión, la menor sospecha de tortura.

Sotelo, quien formaba parte de una célula a las órdenes de Gildardo López Astudillo, El Gil, dijo que al llegar al basurero bajó del vehículo a los normalistas, “que más o menos 19 bajaron caminando”, y que a otros los tuvieron que bajar entre dos sicarios, “ya que estaban muertos”.

Sotelo hizo esta aseveración dos semanas antes de que el Equipo Argentino de Antropología Forense, EAAF, informara que en el basurero de Cocula había logrado identificar los restos de por lo menos 19 personas.

Los estudiantes, según el testimonio de El Peluco, les fueron entregados por policías municipales.

“—Que diga el compareciente dónde dejaron a las personas que quedaron sin vida.

—Las aventamos al fondo del basurero”, se lee en su declaración.

Traigo esta historia a cuento porque, tras el hallazgo en la Barranca de la Carnicería (situada a 800 metros del vertedero), de los restos del estudianteChristian Rodríguez Telumbre, se revivió la idea de que sicarios y halcones de Guerreros Unidos fueron “violentados” para que se autoinculparan y sostuvieran de ese modo la llamada “verdad histórica”.

En realidad, de los cinco ejecutores confesos El Jona, El Pato, El Chereje, El Duva y El Cepillo, solo este último fue torturado. Como puede verse en la Recomendación VG/2018, la Comisión Nacional de Derechos Humanos le aplicó a todos ellos el Protocolo de Estambul (fue la única instancia autónoma que lo hizo). De manera que las declaraciones de los otros cuatro tienen plena validez legal y coinciden con las declaraciones “limpias” de Sotelo Salinas (las cuales fueron presenciadas por la señora Ángela Buitrago, del GIEI.

En la investigación independiente más seria y completa sobre el caso Iguala, la CNDH ha planteado que los alumnos fueron conducidos en grupos por policías municipales de Iguala, Cocula y Huitzuco, y entregados a distintas células de Guerreros Unidos. La mayor parte de los alumnos, según las pesquisas de la Comisión, fueron llevados al basurero de Cocula.

Todos los detalles sobre el destino de estos alumnos se encuentran también en la Recomendación, según la cual, el hallazgo de 63 mil restos óseos, tanto en el basurero como en las bolsas del Río San Juan, corroboran lo que hoy no se quiere aceptar.

La declaración del Chereje no es, por cierto, la más relevante. Pero este sujeto fue el primero en hablar de la dispersión de los restos de los alumnos en el río. Y de acuerdo con los peritajes avalados por la CNDH, restos químicos de las llantas y del carbón que presuntamente se usaron para incinerar a los normalistas en el vertedero, fueron transportados en bolsas hasta el lecho del Río San Juan.

Como se recordará, fue precisamente en esas bolsas donde aparecieron los restos de Alexander Mora Venancio y Joshivani Guerrero de la Cruz, dos de los normalistas desaparecidos aquella noche.

Si hubo irregularidades en las diligencias, por estas tendrá que responder quien estuvo encargado de la investigación: Tomás Zerón. Me parece sumamente grave, sin embargo, pasar por alto hechos que ya han sido comprobados.

La CNDH no encontró indicios de que los restos hubieran sido sembrados y concluyó que las declaraciones de los halcones arriba mencionados son coincidentes, contestes y congruentes: que coinciden en sustancia y circunstancia, y que las diferencias que puede haber entre unas y otras, no hacen sino darles mayor credibilidad.

En lo que conocemos la historia de los restos hallados a 800 metros del basurero, convendría que los 114 fragmentos óseos hallados en Cocula y propuestos por la CNDH, fueran de una vez por todas analizados en Innsbruck.

¿A qué se debe la demora? Esos restos nos dirían, sencillamente, si hay verdad o no en la versión que sostiene que los alumnos fueron quemados en el basurero, como confesó El Peluco ante la señora Buitrago y los representantes del Centro Pro.

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