La detención en Estados Unidos del exsecretario de la Defensa Nacional ha desvelado en toda su magnitud y crudeza el colosal desafío que tiene frente a sí la 4T para cristalizar. “…estamos en un proceso de transición, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”, reconoció el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y lo que no termina de morir, precisamente, es el monstruo de la corrupción que, de larga data se institucionalizó y llegó a ser palanca del poder político, especialmente durante los últimos sexenios en que, en palabras del propio titular del Ejecutivo, “se hablaba de un narcoestado (…) no era un narcoestado, sí un narcogobierno”.

En la desnaturalización de la primera categoría política, que se ha hecho pasar por lo que no es, han radicado los abusos y excesos de unos cuantos, que son los gobernantes, escudándose en el Estado, que es la sociedad en su conjunto.

Esta es una diferenciación toral que ha hecho AMLO y que debe asumirse meridianamente; quienes sistemáticamente han robado a la nación son, en particular, quienes ejercen los cargos político-administrativos, pues tienen las arcas abiertas, no la población, hundida en las calamidades. Ellos son el gobierno; la sociedad, que los incluye, es el Estado.

En aquel ámbito, es donde se ha dado la descomposición que también refiere el presidente, vinculándola con el neoliberalismo que, como está demostrado, tiene entre sus vicios la ambición y la codicia; la sed insaciable de poseer, aunque se pierda el ser sin el menor escrúpulo y conduzca a la traición de la moral y de las ideologías; de los principios y las lealtades.

Es ahí donde hay un gran reto, pues la inmoralidad pública que se vio en el pasado, sobre todo en el sexenio de Peña Nieto, tomó carta de naturalización en ese nivel y lo permeó todo, incluido el ámbito militar que ahora, exclusivamente en la persona del extitular de la Defensa, es puesto en el banquillo de los acusados.

Cabe hacer hincapié en que el exsecretario no representa ni encarna a la heroica institución que encabezó. Esta, compuesta por miles de soldados que mantienen una fidelidad inquebrantable al país, no puede ser calificada ni juzgada por uno de sus exintegrantes a quien, en todo caso, se deberán probar los delitos que se le achacan. Sería absolutamente injusto y temerario sugerir que un hombre es todo el honorable y leal cuerpo colectivo que constituye el Ejército.

Si en el desempeño de sus funciones fue imposible para él resistir o evadir las tentaciones, amenazas o riesgos que implica el crimen organizado, será algo de lo que deberá rendir cuentas, tanto frente a la ley, primero, como ante la historia, en última instancia.

Una de las aristas importantes de este triste cuanto lamentable episodio, es que queda perfectamente definida la línea que separa al Estado del gobierno y que es en este donde el Proyecto de Nación del presidente tendrá que enfrentar las mayores dificultades para realizarse, considerando la prevaricación que lo caracteriza desde mucho tiempo atrás.

Con la distinción que ha hecho AMLO entre Estado y gobierno, cae la máscara de quienes, desde este, se cubren el rostro y tratan de justificar sus corruptelas con todos los demás. Como simples mortales, ya no podrán decir, a la manera como lo hizo Luis XIV, el Rey Sol: “el Estado soy yo”.

SOTTO VOCE…

Lo que le pasó a Morena en Hidalgo y Coahuila no necesariamente podría reeditarse a nivel nacional en 2021, pero debe servir para hacer lo que sea para evitarlo. Y lo primero es que tenga un nuevo dirigente inimpugnable.

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