En 2014, Eduardo Humberto del Río García, mejor conocido  como Rius, publicó un singular libro en el que no predominaban las caricaturas ni recortes como en sus anteriores obras.

Se trató nada más y nada menos que su autobiografía llamada: RIUS. Mis confesiones. Memorias desmemoriadas (Grijalbo, 464 páginas), donde pudimos conocer más a fondo a ese personaje con el que muchos habíamos empatizado gracias a la lectura de sus diversos y explicativos libros.
Ya fuera porque nos hicieron leer La trukulenta historia del kapitalismo en el primer año de preparatoria o haber llegado por curiosidad a Cristo de carne y hueso, Filosofía para principiantes o El mundo del fin del mundo, muchos de nosotros encontramos en las obras de Rius conciencia de fácil acceso, mensajes o el trato de temas tabú altamente digeribles, provenientes de un ser pensante al que siempre le preocupó y ocupó el despertar de la conciencia colectiva. Pero en las memorias desmemoriadas de Rius ya no hay dibujos sino puro texto, en el que se desmenuza la persona más allá de sus ideas que ya habían sido plasmadas en un centenar de títulos atrás. Y para quienes no lo conocimos en persona, la biografía también ayudó a saber que Rius, como lo imaginábamos, era aficionado a la buena música, aunque de rock, sólo le gustaban The Beatles.

De los 85 capítulos incluidos en su autobiografía, uno lleva por título “Por la música por dentro”.

“En el seminario me dijeron que no tenía oído musical y era muy desafinado, y con cierto coraje me resigné a no tocar el piano y sí, a cambio, tocar la máquina de escribir. Pero con el tiempo me empecé a dar cuenta que sí tengo buen oído musical y no soy desentonado, ni fuera de la regadera.

“No puedo vivir sin música y he llegado a tener una estupenda colección de discos (acetatos) de jazz, e hice un libro de ese género (Guía incompleta del jazz); también me encanta la mal llamada música clásica y, en general, todo tipo de música, pero buena. Boleros, rancheras, canciones de protesta, tropical, cubana o puertorriqueña, música norteña de la de antes y hasta los tangos, pero arreglados por Piazzola. (...) Algunos de mis favoritos musicalmente hablando son Óscar Chávez (a quien le he hecho decenas de portadas y dibujos para sus carteles y anuncios de conciertos), sin olvidar a la querida Amparo Ochoa y sus eternos acompañantes (de ambos), Los Morales. Con los tres he llevado muy buena amistad.

“Y en esa onda de la canción de protesta y trova he tratado a gente como Mercedes Sosa (que me dedicó una canción en Berlín), Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa, los dos uruguayos y conocidos por mí en Cuba y Nicaragua. O el gran nica Mejía Godoy, que me dedicó un concierto entero en Nicaragua, lo mismo que Silvio Rodríguez, quien antes de dedicarse a la poesía cantada hizo caricaturas en Cuba. A Pablo Milanés también lo he tratado y disfrutado, un poco más que al resto de la trova cubana. Pero con el que me llevé mejor y llegamos a intercambiar cartas y mojitos fue el queridísimo Carlos Puebla, cantautor de esa preciosa canción dedicada al Che, ‘Hasta siempre comandante’. Carlos Puebla venía seguido a México y a los periodistas les decía: ‘Vengo a dar un concierto y saludar a mi amigo Rius’. ¡Salud, Carlitos, donde andes con tu guitarra y tus decepciones de la Revolución Cubana!…”, es algo de lo que se lee en el capítulo.

¡Gracias y salud, Rius, donde andes con tu ingenio, que tanta falta nos hará!

Jet Jaguar conquistó Wacken. Aunque la noticia se supo la semana pasada, el 4 de agosto para ser precisos, hasta apenas ayer se publicó el documento videográfico en el que se capta la participación completa de la banda mexicana de heavy metal Jet Jaguar, originaria de Cancún, Quintana Roo, con la que se adjudicó el primer sitio de la batalla mundial de bandas dentro del Wacken Open Air en Alemania, el festival más importante exclusivo del género metal.

Veinte minutos bastaron para que el quinteto mexicano conquistara a un público siempre receptivo, multicultural y sin prejuicios.

No es el primer año que una banda mexicana asiste al certamen, aunque sí es la primera vez que una banda mexicana obtiene el título.

Aunque desde 2004 el festival incluyó además de las bandas con trayectoria, una batalla mundial para nuevas propuestas, México participó desde el año 2009 con la agrupación queretana Split Heaven, en 2010 el representante fue Orcus O Dis de Ciudad Juárez; en 2011 asistió Voltax de la Ciudad de México; en 2012 lo hizo Rain Shatter de Guadalajara; para 2013 se presentó Behold the grave de Chihuahua; en 2014 asistió Nuclear Chaos de Ciudad de México mientras que en 2016, fue Tulkas de Querétaro. Sin embargo, el triunfo de Jet Jaguar este año pasa a la historia y demuestra lo que todas esas bandas habían predestinado con sus presentaciones anteriores: que el metal mexicano posee gran calidad y un título mundial, bien lo respalda.

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