Bien dice el dicho (o la Biblia) “quién esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Tal parece que Querétaro es la ciudad más santa de México porque en los últimos días han llovido las pedradas. “Inocentes palomitas” de todas las corrientes políticas se han dedicado ha viralizar el más reciente refrito de nuestra telenovela más vieja, “La Corrupción”.

Pareciera que ver a un funcionario llenar maletas de dinero fuera otro “caso aislado” cuando en realidad es el cáncer que está matando, a la vista de todos y desde hace años, a nuestro país. La corrupción ha creado enormes fortunas de la nada como la del diputado que era hijo de un taxista. La corrupción siembra nuestras calles de nuevas notarías. La corrupción permite que la mujer de un exgobernador viva en Londres porque “se merece la abundancia”.

La corrupción no inicia con la entrega de fajos de billetes. La corrupción comienza con cosas sencillas como dar una mordida, comprar una calificación, manejar sin licencia o estacionarse en un lugar prohibido. El primer acto de corrupción de muchos dentro del servicio público fue aceptar un trabajo para el que no estaban capacitados como pago por andar en las campañas. De ese tipo de corruptos tenemos llenos los organigramas de todas las dependencias.

Corrupción también es pagar “favores” con candidaturas, como presume con desfachatez la diputada que llegó porque su marido “apoyó” con el transporte (aunque hoy diga que fue por mandato divino). Corrupción es ser “chayotero” y publicar como noticia propaganda política. Corrupción es que un senador coloque su foto por toda la ciudad antes de que inicien las campañas, es que un fiscal se haga de la vista gorda cuando a una mujer la golpean o que un juez entregue la custodia de unos niños al mejor postor.

Ojalá así como nos “indignamos” con las maletas de dinero nos indigna la presidenta de colonos que roba a sus vecinos con la venia del gobierno municipal. Ojalá nos indignen los cambios de uso de suelo ilegales que están acabando con nuestras áreas naturales protegidas. Ojalá nos indigna que un presidente municipal, que por cierto hoy está en la cárcel, construya un “Cristo” gigantesco, con el dinero del pueblo, para que le perdonen sus pecadillos y que quienes lo van a perdonar solapen pederastas entre sus filas. Ojalá nos indignara la diputada que se niega a dictaminar una iniciativa de ley que protege los derechos de personas LGBTTTI+ porque nada más no le da la gana hacer su trabajo. Eso también es corrupción.

La corrupción permite que empresarios evaden impuestos y pagan sueldos miserables. Es la causa de que tengamos 60 millones de pobres y un gobierno de millonarios. Es siempre la raíz de las violaciones a los derechos humanos. Es inyectar agua con sal a niños con leucemia.

La corrupción es el pecado favorito de millones de mexicanos y mexicanas que olvidan que sólo quienes son verdaderamente libres de pecado tienen derecho a usar sus resorteras. 
 Activista defensora de derechos humanos e integrante del Centro Latinoamericano para La Paz, la Cooperación y el Desarrollo

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