Azul, es el color que tradicionalmente hemos asignado a los niños desde el momento que nos enteramos del sexo del bebé que viene en camino. Los colores, vestimenta, comportamiento, son algunas de las expectativas y normas que nos son atribuidas desde que estamos en el vientre de nuestras madres y que al nacer adoptamos como estilo de vida, es decir, aprendemos la forma en que debemos actuar, pensar y sentir de cómo ser hombres y por supuesto también mujeres.

También es habitual escuchar expresiones tales como “ese hombre es muy masculino” o por el contrario de que carece de masculinidad, pero ¿cómo es esta masculinidad a la que se refiere el grueso de la población? Ser masculino, entonces es hablar poco o nada acerca de sus emociones, asimismo, las relaciones sociales van asociadas con quien es más exitoso e implica que los hombres son educados para vivir en constante competencia. Ser masculino también se relaciona con ser fuerte y para serlo en gran medida implica privarse de manifestar emociones débiles tales como llorar para no perder autoridad y por último ser masculino implica ser valiente o intrépido, por lo que muchas veces va ligado a ser agresivo y llevar a cabo acciones violentas.

También existen afirmaciones de que “la masculinidad” se relaciona por oposición a lo femenino, es decir, el hombre debe convencerse a sí mismo y al resto de que no es una mujer, que no es pequeño (poco capaz) y que no es homosexual.

Sin embargo ante diferentes posturas, varias de estas son coincidentes en que cuando hablamos de masculinidad, nos referimos a las características de comportamiento, valores y conjunto de creencias que distinguen a un mismo individuo, es decir, que los hombres experimentan su masculinidad de manera diferenciada derivado de su contexto social, por ejemplo, si este se desarrolla en un sitio rural o urbano, nivel educativo, religión, etc. Así que los hombres adquieren diferentes matices y por ende debemos entender que no hay un solo modelo de masculinidad, sino hablar de masculinidades.

Entonces si los hombres pueden ejercer su masculinidad de acuerdo a su contexto, también existe la posibilidad de construir masculinidades libres de violencia; estos nuevos modelos pueden experimentarse a través sus medios inmediatos como lo son los círculos sociales con mayor influencia en su formación tales como la familia, amistades, la escuela, etc. Enseñándoles esencialmente en enfrentar sus temores e inseguridades y no aislarse atacando, para dejar de lado los adjetivos de “tonto, poco hombre o afeminado” por no actuar de manera violenta.

Sin duda alguna a través de la construcción de nuevas masculinidades es que las mujeres también podríamos avanzar en distintas brechas de desigualdad, al impulsar en conjunto esquemas no violentos en cualquier espacio e impulsar la democratización familiar para que los hombres puedan ejercer su paternidad de forma responsable y afectiva, por mencionar sólo un par de beneficios para la construcción de la paz.

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