Como hace más de 2000 años, la Historia se divide ahora en un Antes y en un Después. Hasta hoy, esa partición ha regido por la Era Cristiana. En el porvenir, se recordará como previa y posterior a la Pandemia de Coronavirus, con independencia de que el conteo de los años siga siendo progresivo.

Lo que quizá pueda ser llamado como la Era de la Pandemia, por cuanto que involucra e impacta a todos los seres humanos como ninguna otra fue capaz, revelará al menos dos infinitos: lo infinitamente grande, inmortal y eterno, y lo infinitamente pequeño, mortal y efímero.

Si el hombre es capaz de identificar esa diferencia, de lo cual no hay duda, con humildad tomará el lugar que le corresponde. Por su conciencia, que lo caracteriza y lo determina, admitirá que, sin importar cuánto viva, cuánto tenga, cuán poderoso sea y qué y cuánto sea capaz de hacer, tiene límites y que algún día llegará a ellos. En el Tren de la Vida, para todos, sin excepción, hay estaciones de ascenso y descenso. Y nadie puede seguir más allá del trayecto que le está asignado.

En el lapso que a cada cual le corresponda, es de esperar que el Hombre, a la manera del filósofo Teilhard de Chardin, sea el centro del universo; un centro total y totalizador de construcción y perfeccionamiento, en el que su microuniverso gire alrededor de él y con él mismo, como artífice de su propio progreso, en el que encuentre su realización, su razón de ser y la justificación a su existencia.

Hasta hoy, con millones de personas contagiadas, miles de muertes en todo el mundo y con la incertidumbre sobre cuándo terminará esta pesadilla, el azote pandémico se ha convertido en una violenta sacudida que el ser humano necesitaba para percatarse de su fragilidad, de su vulnerabilidad y de lo fugaz de su tesoro más preciado, que es la vida.

Esta, como nunca, es huidiza para todos; puede llegar a su fin en cualquier momento, como ha sido siempre: más ahora, como burlona, la muerte anúnciase cada día, a cada instante. La sentencia pesa sobre todos. Los que consigan el beneficio de la temporalis gratia (gracia temporal), de cualquier modo, pagarán con la zozobra y el miedo, como una lección to not forget (para no olvidar).

Y si de no olvidar se trata, en reconocimiento de lo infinitamente pequeño, mortal y efímero, es indispensable apelar al memento mori (recuerda que morirás), que refiera a la inevitable condición perecedera del ser humano.

En la Antigüedad, cuando un general marchaba victorioso sobre las calles de Roma, se hacía acompañar por un siervo que, caminando a sus espaldas, le decía a cada cierto tiempo: ¡Respice post te! Hominem te esse memento!, que significa: “¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre” (no un Dios), lo que lo obligaba a plantar los pies sobre la tierra y a alejarse de la arrogancia y la creencia de ser inmortal.

Ayer, hoy, mañana, eso… así será siempre.

Sotto Voce…

En un contexto de prudencia, sobriedad y respeto, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, está haciendo el papel que le corresponde en las mañaneras…Atrapado sin salida, Mauricio Toledo, ex cacique de Coyoacán, va a sentir lo que es el peso del poder. Todo está preparado para que sea merecida y justificadamente desaforado y enjuiciado… Al parecer, en febrero y marzo se concretarán muchos asuntos que están pendientes en materia judicial por la pandemia. Ante eso, seguramente no son pocos los que deben estar temblando.

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