Toda estrategia de confrontación que se precie debe tener una vía de salida con un porcentaje de éxito razonable. De no ser así es una forma de perderlo todo y de hacer perder a los demás lo poco que han conseguido. Es perturbador constatar que en un breve plazo el gobierno ha cambiado su disposición de trabajar con el sector privado a una lógica de confrontación que no augura nada bueno. En primer lugar el cambio de objetivo no ha sido explicado. Al iniciar el sexenio se decía que para crecer 4% se requería una inversión de 30% del PIB y para ello se trabajaba de la mano de un sector privado que había mostrado disposición a cooperar. Además de ese objetivo, la IP se sumó al de erradicar la corrupción y la pobreza. El gobierno tiene 3% ahora del PIB para la inversión. ¿De dónde van a salir los 27 faltantes si no de la IP? ¿De exprimir más a la burocracia? ¿Dejar el Estado en los huesos para que no pueda operar Conafor, los fideicomisos científicos o el Fonca? Me parece insensato llevar las cosas a ese extremo, pues al final nos dirán que es más importante apoyar a los pobres que la cultura o la ciencia. Es un sinsentido. La clave, a mi juicio, es que el gobierno cese de plantear falsos dilemas que lo único que hacen es llevarlo al torreón de su propia autocomplacencia discursiva.

Decir que primero los pobres es su objetivo es de una sensatez que apabulla, claro, pero el problema es que una estrategia no se limita a establecer qué va primero (de acuerdo, primero los pobres y ¿luego?) ¿Cómo se va a atender y garantizar todo lo que va detrás? Silencio aterrador. Es falaz sugerir que la salvación de los pobres excluye lo demás. Me temo que si el presidente no rectifica pronto la realidad se encargará, como ocurrió con los temas de salud, de hacerle ver que su voluntarismo no cambia realidades.

Su desesperación la reflejan sus propagandistas que implican un tono golpista en los empresarios. ¡Vaya! No ha habido presidente que más veces haya aparecido flanqueado por los militares. ¿De qué golpe hablan? No se cuestiona la legitimidad del mando, lo que se cuestiona (esto es una democracia) es la pericia para gestionar la crisis. Presentar a la IP como sanguijuelas que piden otro Fobaproa es faltar a la verdad y pasarse por la entrepierna que el ánimo de convencer ha estado mucho más del lado de los empresarios que de un gobierno que cada vez utiliza más el dedo acusador para señalar a los demás del grave problema que tenemos.

Si hay impuestos pendientes que se paguen, pero no hace falta que en la crisis se polarice más, cuando lo que hace falta es pedir solidaridad e incluso grandeza. El presidente no puede desmantelar mucho más a la administración. Debe reconocer que en el primer año aplicó su plan de austeridad y no se generaron los recursos que esperaba. Ya no quedan pensiones de ex presidentes ni Estado mayor que disolver, o camionetas machuchonas que liquidar. El expresidente del Senado (Martí Batres) proclamó que comía en un tuppperware ¿le van a quitar también el tupper para financiar un proyecto de Salud? Tiene razón Germán Martínez, en esta crisis el Senado no puede callar o plegarse al Presidente...

No hay, pues, muchas más joyas de la corona para financiar el inaplazable crecimiento. Así es que mientras más rápido repliegue la estrategia de confrontación y nos centremos en lo que importa, será mejor. Salvar primero a los pobres me parece acertado y pertinente, pero no veo cómo el primer paso invalide todos los demás. Además, la polarización creada por el propio jefe del Estado, no tiene un desenlace positivo y el gran perdedor va a ser él, porque su sexenio quedará marcado por la crisis. Se le debe recordar lo que tenía claro al inicio de su mandato: que cuando se tiene 3% del PIB para invertir, se requiere del sector privado para que su sexenio no pase a la historia como uno más que se pierde. No queremos presidentes llorando al final de su mandato, ni tampoco una jauría de reproches de lo que pudo haber sido y no fue. Una confrontación con el poder económico permite al presidente reconfortar a sus bases, pero en el largo plazo siempre pierden los que olvidan la máxima de que la economía tiene una autonomía que el poder político no puede alterar en un ciclo de gobierno. Para que una estrategia tenga éxito tiene que persuadir y para persuadir hace falta explicarla en su totalidad y no decir solamente cuál es su primera etapa, muy bien por aquello de primero los pobres y ¿después?

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