Los hechos de violencia en Bolivia y Perú, tras la caída de sus presidentes, tiene semejanzas entre sí con la trayectoria que sigue AMLO, lo que debe alertarnos sobre la posible apuesta a la ingobernabilidad en 2024 y el grave retroceso democrático en que se sumiría México, como ya sucede en ambos países.

Entre los elementos comunes de Bolivia y Perú, se encuentra la pertenencia del expresidente Evo Morales, de Bolivia, como de Pedro Castillo, de Perú, a la nueva izquierda populista latinoamericana, impulsada por el Foro de Sao Paulo y el Foro de Puebla. Ambos intentaron establecer el socialismo del sigo XXI como la ideología oficial de sus países; ambos, sobrepasando sus capacidades constitucionales, violentaron las normas para perpetuarse en el poder, en el caso Evo Morales a través de una reelección anticonstitucional; y mediante un intento de golpe de Estado, en el caso de Castillo.

También los dos gobiernos fueron cercanos al venezolano Nicolás Maduro y financiaron al régimen cubano a través de las brigadas de médicos cubanos, cuya labor ha sido más como agentes de inteligencia y promotores de la revolución, que en el terreno sanitario.

En ambos casos sus ataques a la democracia decepcionaron a muchos de sus seguidores, que se convirtieron en críticos y opositores, impulsando, en el caso de Bolivia, su salida del poder mediante lo que se nominó un golpe civil y; en el caso de Perú, apoyando la decisión del Congreso de destituirlo.

Pero quizás lo más relevante en “coincidencias”, ha sido la violencia que han desatado los grupos de izquierda para exigir el retorno de los depuestos presidentes, lo que lograron parcialmente en el caso de Bolivia, e intentan en el caso de Perú. Es clara la manipulación de los pobres para involucrarlos como carne de cañón en el conflicto y la pretensión de hacer de la violencia moneda de cambio: chantajear a las autoridades con frenarse sólo si sus dirigentes vuelven al poder, a pesar de que violaron la ley.

En el caso de Perú, el apoyo de los presidentes de izquierda del continente al golpista Pedro Castillo, favorece el clima de violencia y limita el imperio de la ley en la búsqueda de soluciones, para favorecer la causa socialista en el continente.

Como en Bolivia y Perú, en México, aunque por caminos distintos, también se pretende perpetuar a la izquierda populista como forma de gobierno. La eliminación de la autonomía de todas las instituciones, como la subordinación de los poderes legislativo y judicial a la persona del tabasqueño, le ha garantizado avanzar en su proyecto, en el que el bienestar de la sociedad no está considerado.

Preocupa, y mucho, que el intento de Andrés Manuel por destruir al INE conduzca al país a la dificultad de realizar elecciones transparentes y confiables y derive en conflictos post electorales que lleven al país a la violencia y la inestabilidad política, donde Morena y la delincuencia organizada sean los ganones.

Como ha demostrado la izquierda populista en los casos de Bolivia y Perú, se busca instrumentar a los pobres para llegar al poder y estos, como al final, quedan igual o peor que antes. De ahí la importancia de tener presente las palabras de AMLO: “ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso, la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos”.

Como podemos ver, el parecido de los redentores populista en Bolivia, Perú y México resulta innegable.

Periodista y maestro 
en seguridad nacional

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