Hasta hace algunos años, la ciudad de Querétaro era muy diferente y todas y todos lo sabemos. Éramos conocidos como la ciudad segura, limpia y de progreso que recibía al turismo con los brazos abiertos. Había oportunidades de inversión y muchos nos veían como una de las mejores ciudades del país por la generación de empleo.

Las malas decisiones de un gobierno municipal que sólo administra el día a día, las hemos tenido que pagar al triple, porque nadie pensó los efectos que la pandemia traería en la ciudad, como en todo el mundo. La diferencia es que nosotros no contábamos con el poco compromiso de la autoridad: los apoyos han sido a cuentagotas y nos ha demostrado en cada momento que lo que le importa más es el poder y no la gente. El municipio no ha hecho nada para contrarrestar los daños por la emergencia sanitaria; para su mala suerte y la de nosotros, la crisis por el coronavirus sólo nos ha mostrado el cómo dejó que todo se deteriorara, y ante la carencia de un proyecto, sólo se dedicó a ir arreglando lo que se descomponía hasta que ahora todo está roto.

El dolor, la pérdida de familiares, amigos, de lo material, nos ha puesto en una situación extremadamente vulnerable, es evidente que todos necesitamos de los gobiernos para que se implementen programas de emergencia que ayuden a subsistir a los negocios y por ende a los empleos. Hoy, si caminamos por las principales calles de nuestra ciudad, podemos ver cuántos negocios han quebrado, cuánta gente en situación de calle hay y sobre todo, si revisamos cifras, veremos que la inseguridad, por obvias razones, está como nunca y la deserción estudiantil se suma a las cifras récord ante la necesidad de los jóvenes por ayudar a sus padres, quienes han perdido sus empleos.

Al caminar por el centro de la ciudad, es inevitable no sentir tristeza por ver a nuestro municipio tan decaído, sucio, gris, se ha convertido en el hotel de las personas que han perdido todo, y que sin lugar a dudas necesitan de un apoyo del gobierno, y no para ser mantenidas sino para ayudarlas a tener una inserción social, pero cómo se puede lograr cuando la tendencia es que la economía y el desarrollo están en picada, y difícilmente cambiará de rumbo si no existe un compromiso y proyecto de la autoridad municipal.

Vemos problemas como el transporte, siempre saturado, con pocos rondines y ante una pandemia, no cabe duda que el presidente municipal no está pensando en su gente. Los adultos mayores, con estas decisiones, han quedado sin oportunidad, ni siquiera de ir por sus medicinas, tienen miedo, y cómo no tener miedo cuando el transporte va lleno y los contagios no han cesado, cómo no tener miedo cuando es más común que gente cercana a nosotros sea víctima de la delincuencia o del robo a casa habitación. En qué momento nos pasó, dejamos que pasara esto.

Hoy, hasta los lugares que nos distinguían turísticamente están olvidados, la crisis les está afectando como a todos y no hay ninguna solución, al contrario, pareciera que el municipio está esperando a que por arte de magia la ciudad salga adelante. Se le olvida que los recursos no son de ellos sino de la gente y hoy toda la ciudadanía los necesita.

La mayoría de los sectores están olvidados, los jóvenes están dejando la escuela para irse a trabajar, las mujeres, destinadas a una violencia de género como nunca se había visto en nuestro municipio y, aquellas que son mamás solteras, en una situación de extrema pobreza.

Evidentemente, las y los ciudadanos podríamos ser responsables por las decisiones que tomamos en las urnas, pero en realidad los gobiernos tendrían que moverse por el compromiso, los valores y sus ganas de trabajar por la ciudad. Hoy, hemos aprendido la lección.

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