En muchos rincones de este mundo hay lugares donde pareciera que el tiempo hizo suyo el deseo de dormir sin la prisa de levantarse, goza de esa quietud del sueño profundo, esa etapa que  resulta crucial para el descanso de las personas y que de igual manera le hace mucho bien al planeta y a su relación con nosotros. En particular, me refiero a  ciudades y pueblos que logran conservar y mantener muchos de sus espacios con el cuidado que requiere lo que más atesoramos. Ocurre que las calles, los edificios, casonas, templos y más, logran mantener una imagen muy similar y que muy poco varía al paso de los años. Resulta algo importante y trascendente, ya que se convierten para las generaciones actuales, en una vacuna contra el olvido, les brinda la oportunidad de enterarse y conocer cómo fueron las cosas antes de esta modernidad galopante y si se regalan un poco de ese sueño del tiempo, seguramente comprenderán todo lo que significa y representa el esfuerzo de haber realizado algo en un tiempo donde las circunstancias eran diferentes y las posibilidades y capacidades muy distintas.

Esta fotografía en la ciudad de Lisboa, Portugal, nos comparte esa idea de que todo se mantiene y se desgasta con cierta uniformidad, como si a la ciudad no quisiera por ningún motivo, despertar al tiempo. Así también hay algunos breves espacios donde solemos caminar de puntillas, en este Querétaro nuevo que dejamos conservar.

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