Al cerrar el año, los artículos versan sobre los libros leídos y recomendados, o son crónicas de lo acontecido durante el año. Imbuido de ese ánimo, inicié este artículo con la idea de hacer una crónica compacta de los principales hechos de la realidad de México durante 2019. Sin embargo, el asunto se complicó cuando enfrenté el dilema de determinar a qué realidad me referiría. Comparto angustias con usted, apreciado lector. La realidad mañanera está constituida por un cúmulo enorme de información, de dudosa calidad, que se impone todos los días. Por definición, esa realidad quedará cerrada con la reunión del presidente López Obrador con los medios por la mañana. Nos guste o no, se trata de una realidad densa y pesada, que penetra, influye todas las reflexiones que se intenten sobre el desenvolvimiento de México. La realidad mañanera es de particular relevancia, pues está dirigida y alimenta las percepciones de los 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO (feliz, feliz, feliz).

Una segunda realidad es la del propio AMLO, que a veces se deja entrever en las mañaneras, pero que el propio Presidente custodia íntimamente. Ésta abarca asuntos de alta relevancia para el país, como su visión de un sector energético estatal y monopólico, y como sus convicciones acerca del rol de la religión, tanto para normar las acciones del gobernante (con preceptos como la no violencia, el rechazo a los lujos, y la no venganza), como para la contienda por apoyos políticos, en la que está inmerso AMLO; la visión de la vigorización de denominaciones cristianas como acción política para ampliar su sustento popular. Incluso, permitir que algunas de esas iglesias realicen proselitismo religioso durante programas oficiales o hasta tareas propias del Estado.

La tercera realidad es una incógnita, que se deriva de “los otros datos” de los que sólo el Presidente dispone. Lo que es claro es que, de alguna manera, esos otros datos constituyen una realidad alternativa que durante 2019, han sufrido una rápida pérdida de credibilidad, porque sus planteamientos discrepantes no se correspondieron con los hechos en materias como crecimiento económico y criminalidad. Como recurso presidencial, esa otra realidad está perdiendo efectividad, pero este año tuvo su impacto. Se redujeron puntos de referencia para analizar realidades: se eliminó el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa; la 4T tomó por asalto el Coneval y le redujo el presupuesto; el Inegi quedó superado por los “otros datos”, se le redujo el presupuesto, por lo que dejará de hacer diversos levantamientos de información.

La cuarta realidad es impresionista y efímera, y se construye en las redes sociales. En ocasiones, la validez y utilidad de sus contenidos es contundente (Culiacán); en otras, se han dado errores fácticos que distorsionan hechos (falso secuestro de Karen). Lo que se afirme en las redes sociales amerita doble verificación, pero en lo inmediato, éstas crearon su propia realidad sobre 2019. Algunos de los asuntos abordados por las redes son por demás relevantes debido a su globalidad. Su penetración geográfica enorme no las exime de su volatilidad y corta vida.

La quinta realidad es la que se vive en la calle, la que perciben millones de mexicanos porque las inversiones son insuficientes, porque ha bajado su ingreso, por mayor inseguridad, por falta de empleo, por la eliminación de apoyos y programas gubernamentales, por atestiguar estándares dobles en materia de corrupción para el pasado y el presente, por la violación flagrante de leyes y disposiciones jurídicas, por la incertidumbre acerca de su futuro, por la percepción de que el gobierno ha cedido en exceso frente a EU en temas como la migración y el comercio, por la esquizofrenia que les representa vivir esta quinta realidad en el contexto de las otras cuatro.

Por lo pronto, apreciado lector, concluye 2019 en medio de una compleja confusión, donde lo único claro es que, desgraciadamente, lo seguro es que en enero los mexicanos enfrentaremos la quinta realidad.

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