Desde que el pasado 8 de septiembre se presentó el paquete económico 2020, destacó el bajo o nulo crecimiento en la economía de nuestro país. Conforme a los criterios generales de política económica, México creció en promedio 1%, muy por debajo de lo acontecido en años anteriores.

El gobierno federal aceptó, después de varios meses de negarlo, que el país se encuentra en una situación económica compleja y difícil, pues es clara su desaceleración. Sin embargo, en lugar de afrontar la dura realidad y modificar las estrategias para la distribución del gasto público, el gobierno en turno atribuye la desaceleración al entorno económico mundial, especialmente, al conflicto comercial entre Estados Unidos y China, así como la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

En este sentido, varias voces en los ámbitos académicos y de análisis financiero han opinado que, de no cambiar las políticas de distribución del gasto y abrir los espacios a la inversión privada, el país se verá inmerso en una contracción y posible recesión.

Ello es grave, pues ahora no solo la economía decrecerá, sino además lo construido y la estabilidad financiera que habíamos fincado en los últimos diez años se verá reducida, con todo lo que ello implica: desempleo, fuga de capitales, cierre de empresas, entre otras consecuencias.

Dicha recesión fue rotundamente negada por el gobierno federal, argumentando el presidente de la República que, por el contrario, el país estaba en muy buenas condiciones y que el crecimiento no era importante siempre que hubiera desarrollo, pues ahora el poder político se había separado del poder económico.

Ahora, a casi dos meses de terminar el año, el gobierno federal admite lo inevitable, México se acerca a una recesión. En días pasados, el secretario de Hacienda lo confirmó públicamente y la Secretaría de Economía lo ratificó.

Aunque nuevamente insisten que el problema es el entorno internacional y que México se ve “arrastrado” por ese efecto, lo cierto es que no todo debe atribuirse al exterior, pues también hay que aceptar la responsabilidad de lo que no se ha hecho al interior.

Solo por mencionar un ejemplo, en materia de obra pública, existe una suspensión del 60% de la producción, donde se ha retenido y concentrado gran parte de los recursos en el gobierno federal, volviendo prácticamente nula la productividad en ese sector, situación que ya fue denunciada por las cámaras empresariales que avecinan un eventual subejercicio.

En este contexto, no podemos soslayar que el entorno económico mundial está pasando por un momento complicado y México no está exento de esa situación; sin embargo, es momento de que las instituciones financieras de nuestro país ofrezcan soluciones anticíclicas y de respuesta.

Pero además, es necesario que el gobierno reconozca su responsabilidad en el tema y modifique el modo de ejercer el gasto público, pues solo de esa manera evitaremos que nuestro país caiga en un limbo financiero, del cual puede ser que no haya regreso.

Diputada local del PRI @AbigailArredondoRamos

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