El pasado viernes, centenares de personas, en su mayoría universitarios, salieron a las calles para protestar por el pésimo servicio de transporte público en la Zona Metropolitana de Querétaro. No es la primera vez que lo hacen ni la última que lo harán si el servicio no mejora, pero algo no han entendido en el palacio de la Corregidora es que las protestas no nacen por generación espontánea, sino que son la genuina expresión de un malestar social de una promesa fallida del actual gobernador Francisco Domínguez Servién.

Sin embargo, el gobierno de Domínguez parece haber perdido la brújula y su capacidad de interpretar la realidad y, quizá por la cercanía que presume con el presidente Andrés Manuel López Obrador, de inmediato empezó a fraguar una teoría del complot para explicar lo sucedido y descalificar la marcha de protesta contra lo que presumía era la solución final al transporte público en Querétaro: Qrobús.

Y por ello, empezaron a circular las versiones en donde insinuaban que estudiantes universitarios habían sido usados como carne de cañón de la marcha, olvidando que si algo los caracteriza es su espíritu crítico y que difícilmente se dejan manipular para servir a intereses políticos.

Es una lástima que en un gobierno que tiene como cabeza a un destacado universitario como lo fue Francisco Domínguez, piense de esa manera desacreditando en los hechos a los estudiantes que hicieron sentir su voz. Entre el señalamiento que la juventud universitaria fue usada y las acusaciones de Díaz Ordaz hace 51 años donde acusaba a los estudiantes del 68 de ser manipulados por intereses extranjeros se encuentra la misma lógica paranoica de un gobierno que se niega a reconocer sus errores y que muestra sus rasgos de autoritarismo.

La inconformidad contra el mal servicio de transporte público no nació de un día para otro, se ha gestado por lustros, desde el crecimiento acelerado de la ciudad que comenzó con el entonces gobernador Francisco Garrido Patrón (2003-2009) y no fue acompañado por un plan de desarrollo para dotar de la infraestructura urbana necesaria para los requerimientos de la nueva zona metropolitana, siendo el transporte público uno de ellos.

Eso sí, funcionarios garridistas viajaron por el mundo para analizar modelos de transporte urbano según para implementarlos en la capital del estado, pero sólo se pasearon a costas del erario porque resultados nunca entregaron y heredaron un mal transporte público con un aumento. Después, el priista Calzada (2009-2015) quiso reinventar el servicio, pintó las unidades y las rebautizó pomposamente como Red Q y —confundiendo lo grandioso con lo grandote, diría Ibargüengoitia— las dotó de un servicio de prepago pensando que eso era modernizar, pero el transporte colapsó y el PRI terminó pagando caro su error, mismo que Domínguez en su momento uso como bandera electoral y hoy se le empieza a revertir, lo cual demuestra que si alguien politizó el problema en su momento fue el hoy gobernador.

Hoy, el gobernador Francisco Domínguez se enfrenta al río revuelto que él mismo supo sacar provecho hace 4 años, solo que ahora, desde los balcones de Palacio, la amnesia lo ha hecho olvidar y le hace ver complots en donde hay una molestia ciudadana legítima. En vez de andar buscando culpables donde no los hay, debería de hacer los ajustes necesarios en su equipo y cumplir la promesa de mejorar el transporte. Que no lo olvide, en 2015 el voto viajó en Red Q e hizo perder al tricolor; ahora, el voto viaja en Qrobús y pues no marcha muy bien que digamos.

Periodista y sociólogo. @viloja

Google News