Hace un mes, 11 mil 258 científicos de 153 países firmaron un artículo publicado en la prestigiosa revista BioScience. El título del artículo no deja lugar a duda: “Advertencia de los científicos del mundo sobre la emergencia climática”. El objetivo del artículo es argumentar “de forma clara y unívoca que el planeta Tierra enfrenta una emergencia climática”, la cual, si no hay un cambio drástico de rumbo, provocará sufrimiento extremo.

Estos sufrimientos extremos serán padecidos principalmente por las personas en situación de mayor vulnerabilidad. En México, de acuerdo al último estudio de Central Climate, en 2050 las inundaciones afectarán a 55 millones de mexicanos, y gran parte de estas personas perderán sus casas y su patrimonio. Por si fuera poco, estas inundaciones borrarán del mapa ciudades enteras, incluso estados: Tabasco, tierra natal del actual presidente, prácticamente dejará de existir.

Ante este escenario apocalíptico, las principales potencias del mundo se encuentran reunidas en Madrid (España), donde se celebra la Cumbre del Clima COP 25.

Oficialmente se trata de un encuentro consultivo, previo a la entrada en vigor del Acuerdo de Paris. Pero en realidad, este encuentro es la última llamada a misa: o actuamos ante la emergencia del cambio climático o el rumbo suicidad que lleva el mundo desembocará en la destrucción de nuestra forma de vida.

Dos visiones del mundo chocan en Madrid. Por un lado, la visión científica y realista del mundo, bajo el impulso de personajes carismáticos como Greta Thunberg. Y, por otro lado, la visión negacionista –liderada por Donald J. Trump–, que argumenta que el cambio climático es una farsa, y que no pasa nada si seguimos contaminando nuestros mares, nuestras tierras y nuestro aire. La visión que triunfe en Madrid, y que dicte la agenda de ahora en adelante, será la visión que determine el futuro del mundo –o su fin–.

Por lo que toca a México, todo indica que el presidente –como en muchos otros temas sensibles– se encuentra plenamente alineado a la visión de Trump. Contrario al consenso científico, contrario al sentido común, contrario al reclamo de los pueblos originarios, el presidente está implementando una serie de políticas públicas que privilegian la contaminación y la destrucción medioambiental del país.

Mientras la Comisión Europea, la Naciones Unidas y otros importantes actores de la política internacional han fijado al cambio climático como la prioridad número uno, en México, el gobierno ha desmantelado la escasa política medioambiental existente y, al mismo tiempo, ha aumentado la inversión en lo que más contaminación genera: energías fósiles.

Como legislador federal, he decidido centrar mis esfuerzos políticos en el tema medioambiental. Reducir y acabar con el uso de plásticos desechables, promover el reciclaje, proteger nuestros bosques. Mi lucha se ha dado en un espacio donde el tema ambiental es visto como un asunto de segundo o tercer nivel. Mis compañeros legisladores y el gobierno federal no se percatan, o no quieren percatarse, que esta omisión nos están encaminando a una crisis de proporciones catastróficas.

Ahora que en 2019 se cierra la peor década de la crisis climática, se reafirma mi convicción de que los legisladores y los políticos mexicanos debemos asumir una responsabilidad principal en la lucha por defender nuestro planeta. Si nosotros no asumimos ese liderazgo, no tendrán voz los millones de mexicanos y mexicanas de todas las clases y de todas las edades que buscan un futuro más limpio y ecológico, un futuro posible.

México puede y debe empezar a construir una agenda medioambiental capaz de generar esperanza, una agenda medioambiental que confronte las acciones irresponsables y destructivas del gobierno federal. Debemos insistir con vehemencia en el desarrollo sostenible. El tiempo para salvar el planeta se acaba. Las advertencias son cada vez más evidentes. Esta es la última llamada a misa.

Diputado federal por Querétaro

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