En los años cincuenta del siglo pasado Lipset argumentó que la probabilidad de que un país apoye la democracia se incrementa ahí cuando existe prosperidad económica. A lo largo de las décadas siguientes, la ciencia política confirmó la estrecha correlación que existe entre el desarrollo económico de una nación y el grado de satisfacción con la democracia.

Por eso resultó contraintuitivo el resultado que Latinobarómetro arrojó en su levantamiento de este año. El crecimiento económico registrado en Latinoamérica en los últimos meses no logró revertir las tasas de desencanto con el régimen. Por quinto año consecutivo el apoyo a la democracia cayó, para ubicarse en un 53% de adeptos. Ello, a pesar de que la mayor parte de los encuestados es optimista respecto de su situación económica en el corto plazo.

Además, uno de cada cuatro ciudadanos en Latinoamérica es indiferente al optar entre un gobierno autoritario a uno democrático. Si bien entre los países que tienen un mayor respaldo a la democracia se encuentran algunos con amplia vocación en la materia (Uruguay, Ecuador y Argentina), no deja de llamar la atención que este año la lista sea encabezada por Venezuela. 78% de los venezolanos apoyan a la democracia por encima de cualquier otro régimen.

Pero si no es la economía, ¿cómo explicar la caída constante en los niveles de apoyo a la democracia en el Subcontinente? El propio estudio de Latinobarómetro nos da la respuesta. 72% de los encuestados encuentra que la democracia tiene problemas intrínsecos. Es curioso que la cifra sea tan alta, justo en el año en que se llevaron a cabo once elecciones en siete países, casi todas lograron transferencias pacíficas del poder político (salvo Venezuela).

Pero si el apoyo a la democracia siempre es importante, lo es más en una coyuntura electoral como la que atraviesa nuestro país. México es uno de los ocho países que tendrán elecciones el próximo año y llega a esa cita con algunos indicadores de respaldo democrático en niveles preocupantes. Hemos perdido 10 puntos porcentuales en un año, pasamos del 48% al 38%. Además, en una escala del cero (no democrático) al diez (democrático), el ciudadano promedio en México asigna un 4.7 al régimen, apenas por encima de El Salvador (4.4).

Aquí un enorme reto que debe resolverse para bien del proceso electoral en curso. Están en juego más de 3,400 cargos de elección, por lo cual sería deseable un nivel de participación electoral importante. Se requieren, además, miles de ciudadanos para contar los votos, observar los procesos y fungir como autoridades. Para funcionar adecuadamente, el modelo mexicano requiere una participación muy amplia de los ciudadanos, pero difícilmente se puede pensar que aquélla está garantizada cuando el desencanto con la democracia va en aumento.

Parte de las soluciones atraviesan por mejorar el debate político y la discusión de ideas. Resulta difícil encontrar un ciudadano que no tenga dudas en los candidatos, partidos políticos, autoridades electorales e, incluso, en los funcionarios electos. Faltan liderazgos transparentes y capaces de someterse al escrutinio público.

Otro grupo de propuestas atraviesa por corregir factores estructurales que han alejado a los ciudadanos de la política. La exclusión, la corrupción, el debilitamiento del sistema de partidos, la excesiva reglamentación y la violencia política son – entre otros – elementos que históricamente han afectado el prestigio de la política y el desempeño de la democracia. Debe dinamizarse la solución a esos problemas de largo aliento.

Más allá de las personas, están las instituciones. La construcción y consolidación de la democracia ha sido parte de nuestro andamiaje institucional. Nuestra historia obedece a nuestra demandas ciudadanas.

Hoy las fuerzas políticas compiten en una cancha mucho más pareja que al inicio de la transición. Están dadas las condiciones para que esa cancha produzca un debate político que logre transformar la política en nuestro país. El reto está en recuperar la confianza en la democracia como régimen capaz de producir los cambios que México necesita.

Investigadora invitada de la Escuela de Derecho de Harvard.

@MC_Alanis

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