Se cumplen 22 años del cobarde filicidio partidista de Luis Donaldo Colosio Murrieta, a quien el PRI solamente recuerda en vagos, vacíos y ambiguos discursos; develación de bustos, placas o fotografías. Un hombre de su estatura humana y política no nació para que su imagen se reproduzca y su foto se le cuelgue en una que otra oficina, casa o departamento. Lo más importante permanece a una raquítica memoria nacional; sus principios, sus ideales para México, a pocos les interesa y sobre su asesinato nada se ha querido revelar aun cuando existen bastantes presunciones del cómo se nos ha tratado de esconder la verdad. Por ejemplo, que su cadáver tenía por lo menos heridas mortales de más de dos calibres de balas.

Colosio no fue un santo y jamás llegará a serlo; fue un ser humano con virtudes y defectos, sin embargo, las primeras ganan en el plato de la balanza. “Veo un México con hambre y sed de Justicia” sigue tan vigente como cuando él personalmente lo escribió, cambio, lo reescribió y cuando lo leyó el 16 de marzo, el texto final contiene tinta color sepia, tachaduras y cambios de última hora. Cuidó al máximo el rumbo y ritmo de esta gran pieza oratoria; conocía las pausas, los énfasis, los silencios y la mirada hacia el vasto auditorio a pleno sol, para que, después de su muerte, el velo oscuro de la fatalidad nos cubriera.

Aún hoy en día, existen quienes atribuyen su asesinato al discurso en cuestión, nada más alejado de la verdad, pues en el magnicidio, intervino toda una maquinaria gubernamental aliada incondicional de la nomenklatura  priísta con los ladrones, defraudadores de cuello blanco, la impunidad, gemela del narcotráfico, ciertas iglesias y como me lo dijo don Luis Colosio (qepd): “Por los hambrientos del poder”.

Su muerte se debió, a que no permitió ser un títere del sistema y por eso el siniestro  José María Córdoba Montoya le solicitó tres veces, renunciar a la candidatura del PRI a la presidencia de la república; no quiso y lo… ¡asesinaron! de ahí que escribo que su asesinato fue un filicidio. Hoy en día, quienes conocen la verdad, dentro de ellos Manlio Fabio Beltrones, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Diego Fernández de Cevallos y ciertos Príncipes de la Iglesia entre otros, han mandado al cajón de las cosas inservibles de la Historia, la ideología y asesinato de Colosio. No ganamos nada imaginando cómo hubiera sido la presidencia de Colosio, esto es una pérdida de tiempo; empero le aseguro que la triste realidad a la que nos ha llevado el llamado “sistema político” mexicano, hubiera tenido un fuerte paliativo con Colosio y algo de la verdadera política, entendida como el arte de armonizar lo deseable con lo posible, ya estaría dando sus enormes frutos y no tener tantos políticos de farándula. La intelectualidad de Colosio no es comparable con ninguno de nuestros gobernantes; es cierto, no es lo mismo pensar que gobernar, pero las anécdotas las proporcionan los mismos políticos, desde Enrique Peña Nieto, Vicente Fox, y de ahí hasta abajo en la escala “política” para llegar al grado de que hace un año,  una presidenta municipal del PRI en algún lugar del Estado de Veracruz, develó un busto de “Luis don Aldo Colosio”, hasta nuestros nefastos políticos de cualquier partido político que usted quiera. También no deja de ser verdad, de que existen políticos de alta calidad humana, preparados, con experiencia, honestos y participativos, pero es como buscar una aguja en un pajar, pero ¡existen! Por eso, les recuerdo a la mayoría de los políticos las palabras de August von Kotzebue: “Cada persona forja su propia grandeza. Los enanos permanecerán enanos aunque se suban a los Alpes”. 

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