Dentro de la amplitud de rasgos codependientes, hay personas enfocadas a generar ambientes sociales y familiares disruptivos, tóxicos, a través de los cuales violentan, victimizan y someten a los demás al dominio de sus inestables emociones. Mediante la subordinación de los demás a su poder y control, encuentran una manera de afirmarse a sí mismos como rescatadores. Creen -y quieren que los demás también lo crean- que sólo ellos saben cómo resolver los problemas ajenos (los propios siempre están postergados), para lo cual es necesario que sin preguntar u objetar nada, cumplan fielmente lo que ellos dictan.
Y también hay, dentro de los patrones de conductas codependientes, quienes de verdad agradecen que haya quien los subordine; plegarse ciegamente a la voluntad de otros, como adepto o como víctima, hasta que descubren que las verdaderas soluciones no vienen de fuera; que a cada quien le toca resolver sus problemas activando sus recursos personales; que los problemas son oportunidades para crecer; y, que la ayuda externa, ciertamente necesaria en muchos casos, requiere ser subsidiaria: limitada, temporal, solicitada por quien la necesita y sin pretensiones de control o dominación por quien la otorga.
Pero el patrón más característico y agravante de la codependencia es la falta de límites -legales, morales o éticos- de quienes padecen esta enfermedad: no importa que hayan protestado cumplir y hacer cumplir las leyes. Para ellos no hay reglas, ellos las crean y las cambian cuando quieren; ni autoridad, ley o argumento que les obligue a cambiar su forma de hacer las cosas: las hacen cuando y como ellos quieren. La medida es su veleidoso deseo, no la necesidad propia o ajena.
El problema se magnifica y complica cuando estos patrones de enfermedad emocional los ejercen gobernantes y someten la operación del gobierno y de la sociedad a sus caprichos, ocurrencias, necedades, o como se le ocurra a cada quien llamarles.
Parecen “solucionígenas”, pero no lo son: recurrentemente violan la normativa existente en todas las materias con tal de lograr sus propósitos. Ejemplos: No es problema para ellos darles a sus amigos, familiares o conocidos pedidos multimillonarios, a sobreprecio, siempre que los surtan pronto, “el bien del pueblo” lo vale. No importa que la reforma en materia energética sea anticonstitucional: se cambia la constitución. Hay un amigo, familiar o aliado impresentable que quiero para un puesto, pero no cumple con los requisitos de ley (o ampliar dos años la permanencia en el cargo al subordinado ministro Zaldívar); no hay problema, se cambia la ley. El contrincante de mi candidato le está ganando en las encuestas; no importa, le pido a la UIF que lo investigue y lo desprestigie con un asunto del pasado. El Instituto Nacional Electoral anuncia que aplicará la ley a mis candidatos que no cumplen la normativa; no hay problema, desaparezco al INE.
Pero a los enemigos, a aquellos que cuestionan, desobedecen o critican: periodistas, intelectuales, empresarios, líderes religiosos, instituciones autónomas…, la ley se aplica con rigor.
La codependencia es tratable. Se requiere aceptar el problema –la mayoría de las personas no sabe que lo es-, pedir ayuda a especialistas, tener compromiso y tenacidad para trabajarlo día a día, ya que de no hacerlo el daño que se hace a sí mismo y a los demás puede ser mayúsculo. La codependencia es puerta de entrada a todos los vicios…