Hoy es un día especial en el calendario cívico y en la historia de la vida pública en México, ya que se conmemora un aniversario más de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. El presente suceso, acontece en un momento difícil para la patria entera, pues en razón de la crisis sanitaria producto del Covid-19, el acto cívico no se realiza como en ediciones pasadas.

Sin embargo, el protocolo si bien es importante, no es lo principal, pues la celebración significa el festejo de la continuidad de las instituciones de un país democrático, tanto en su texto constitucional, como en su práctica política. Recordar el aniversario del 5 de febrero, es saber la razón por la que nuestra principal avenida lleva dicho nombre.

La Constitución es uno de los elementos básicos que contempla toda teoría del estado, pues es la síntesis de las aspiraciones de un pueblo en determinado momento. Bajo esta lógica, el derecho es una realidad histórica que atiende a las necesidades actuales, es una confluencia de posiciones ideológicas, donde impera el criterio de la visión dominante de una época.

Nuestra norma fundante no es una camisa de fuerza, ni mucho menos un objeto sacro que deba venerarse en urna de cristal. Por tal razón, debe concebirse como un producto humano, inacabado e imperfecto, el cual sirve de instrumento para dar cauce a la vida en sociedad, protegernos como personas y asegurar nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos.

El mejor tributo que se puede hacer a la Constitución, es conocerla, por tal motivo en esta fecha en la que los periodistas gustaban de balconear a los legisladores sobre su desconocimiento de la Constitución, vale la pena recordar que se integra de 136 artículos y 17 transitorios. Y de acuerdo a información disponible por la Cámara de Diputados, con fecha de corte al 24 de diciembre de 2020, la Constitución ha sido 750 veces reformada por artículo, asimismo, en lo que va de la presente administración federal, se han introducido 42 reformas constitucionales.

Antes de pensar en una nueva Constitución, debemos entender que ésta es una expresión de la sociedad en la que vivimos; podríamos tener la ley fundamental más progresista del mundo, pero si usamos el derecho inscrito en ella para vulnerar y no para defender, de nada serviría un entramado tan sofisticado.

Los ciudadanos sin Constitución seríamos un pueblo perdido, la Constitución sin ciudadanos sería letra muerta. Hagamos que nuestra vivencia cívica sea la mejor vigencia para este aniversario.

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