La semana pasada, el Boletín de Científicos Atómicos adelantó el famoso Reloj del Apocalipsis: de acuerdo a este grupo de prestigiosos científicos –entre los que se encuentran 13 premios Nobel– hoy la humanidad está a solo 100 segundos de su extinción. Lo más cerca que ha estado del Apocalipsis desde que se creó este reloj hace 73 años.

La idea del Doomsday Clock –como se conoce en inglés– es generar una conciencia clara de que las acciones irresponsables de los seres humanos pueden ocasionar una catástrofe de consecuencias incalculables.

Por ello se creó este reloj, para tener un referencia visual y temporal de lo lejos –o en este caso cerca– que estamos de destruir nuestro único hábitat: el planeta tierra.

Lo más cerca que el reloj había estado de la medianoche fue en 1953, cuando la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética alcanzó su punto más álgido, lo que hacía temer el estallido de una guerra nuclear. En esa ocasión el reloj se quedó a 120 segundos del final. Hoy estamos peor.

En palabras de la presidenta del Boletín de Científicos Atómicos, Rachel Bronson: “El mundo ha entrado en un período en el que el peligro es alto y el margen de error, bajo. Si los responsables de la toma de decisiones continúan sin actuar, los ciudadanos de todo el mundo deberían hacerse eco de las palabras de la activista climática Greta Thunberg y preguntar: ‘¿Cómo os atrevéis?”.

Uno de los factores principales que se tomaron en cuenta para poner las manecillas del Reloj del Apocalipsis en esa franja tan crítica, fue el cambio climático. Desde el año 2007 se incluyó el cambio climático como un riesgo de enorme peligro para el planeta, y desde esa fecha no ha hecho nada más que empeorar.

Los efectos del cambio climático ya no son presagios a futuro. Los estamos sufriendo hoy. Incendios en Australia, en la Amazonía, en California. Deshielo en los casquetes polares, destrucción de los glaciares.

Inundaciones nunca antes vividas en América, en Asia, en Europa. Desplazamientos humanos. Hambrunas. La humanidad está sufriendo los primero golpes de un fenómeno incontrolable. Y los golpes que vienen van a ser mucho más devastadores.

No se puede tapar el sol con un dedo. Es probable que estemos ante la crisis más grave de la historia de la humanidad. Una crisis que puede derivar en nuestra destrucción. Y hay mucha gente que no se entera. Que no quiere actuar. Que mira hacia otro lado. Que piensa que no pasa nada. Que sigue alimentando, sin cuestionarse nada, las industrias del plástico, de los hidrocarburos, del turismo de masas; que alienta con su irresponsabilidad la tala de bosques, la destrucción de selvas y manglares, la extinción de las especies.

Esto es mucho más grave cuando el que así actúa es un dirigente político. Una persona que en teoría tiene los datos más actuales, a los asesores más inteligentes, y la capacidad para tomar las mejores decisiones. Y no solo eso, una persona cuyo actuar impacta en la vida de millones de personas y en el futuro del mundo entero.

Este es el caso del presidente de México. Un dirigente político que no ha mostrado el menor interés en el cambio climático. Al contrario: las principales acciones de su gobierno tienen como consecuencia directa la destrucción ambiental. Producción de petróleo, destrucción de manglares; tala de árboles para fomentar el turismo de masas en una reserva de la biósfera; desmantelamiento de la escasa protección ambiental para desviar recursos a programas paternalistas.

Mientras la parte responsable del mundo busca de forma desesperada las acciones correctas para salvar el planeta, el presidente de México sigue la sombra de Donald J. Trump: no importa el mañana, lo que importa es tener popularidad, incluso si esa popularidad se gana a costa del futuro de las nuevas generaciones. A 100 segundos del Apocalipsis, el presidente de México quiere producir más petróleo.

Diputado federal por Querétaro

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