El 23 de mayo de 2018, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos entregó, “de manera confidencial y reservada”, a la Procuraduría General de la República, una carpeta que contenía los datos de un miembro de Guerreros Unidos apodado La Rana o El Wereke.

El Wereke fue uno de los miembros del grupo criminal que la noche del 26 de septiembre de 2014 secuestró y desapareció a 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. Su nombre aparecía aquí y allá no solo en el expediente del caso, sino también en la investigación que realizaba la CNDH.

El jefe de sicarios de Guerreros Unidos, Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo, incluyó al Wereke entre el grupo de halcones y sicarios que tiraron en el río San Juan las cenizas de los alumnos:

“Me dio la orden el Gil, que fuera a recoger las cenizas para tirarlas al río, por lo que ordené a El Pato que fuera a comprar unas bolsas de plástico… recogimos la ceniza y la echamos en bolsas y entre Chequel, Wereke, Wasa, El Pato, Primo, fuimos a tirar las bolsas al río San Juan”.

Según El Cepillo, El Wereke manejó la camioneta en la que los Guerreros Unidos fueron a tirar las bolsas, con restos óseos y cenizas, al río San Juan.

Otro integrante del clan, Agustín García Reyes, El Chereje, afirmó que El Wereke iba a bordo de la camioneta que llevó a un grupo de alumnos al basurero de Cocula e incluso bajó “a los estudiantes que traíamos atrás”.

Jonathan Osorio Cortés incluyó a El Wereke o La Rana entre quienes dispararon contra los estudiantes en el basurero, antes de proceder a su incineración. “Llegamos al basurero. Yo comencé a bajarlos y conforme yo los iba bajando con El Memín, Duva, El Terco y La Rana, empezamos a detonar… Así como se los íbamos pasando, ¡tas!, les preguntaban, ‘A ver, ¿no van a decir?´ y les pegaban de balazos”.

En marzo de 2018 la PGR anunció que La Rana había sido capturado en Cocula. Según la PGR, su nombre era Erick Uriel Sandoval. Las características físicas del detenido, sin embargo, no correspondían con la información que sobre él se había recabado: un lunar en la cara, cicatriz en la muñeca de la mano izquierda, piercing en ambas orejas, tatuajes con figura de una flama en ambos antebrazos, y también el de una rana en el lado superior izquierdo de la espalda.

Al tomar la queja, la oficina para el caso Iguala de la CNDH hizo constar que el detenido no tenía dichos tatuajes. Un peritaje demostró que no había tampoco rastros de que los hubiese tenido y los hubiese eliminado. Incluso el autor del tatuaje declaró que Sandoval no era el hombre que la PGR estaba buscando.

La CNDH consiguió varias fotografías del verdadero Rana. A partir de estas, 13 testigos lo identificaron como miembro de Guerreros Unidos.

En la carpeta que la PGR recibió en mayo de 2018 aparecían dichas fotografías, y también el acta de nacimiento, el acta de matrimonio, el CURP y el nuevo domicilio del Wereke o La Rana en una ciudad de California, en los Estados Unidos.

La información la habían levantado visitadores adjuntos durante su investigación de campo. Los visitadores obtuvieron incluso fotografías del domicilio del Wereke.

El hombre señalado falsamente por la PGR como El Rana fue liberado. Pero al otro nadie lo buscó, a pesar de que existía información precisa sobre su nombre y su nueva ubicación.

El Wereke podría ser una pieza completamente nueva en el rompecabezas del caso Iguala. Si en vez de tirar todo a la basura para comenzar de cero, el gobierno del presidente López Obrador se apoyara en algunos de los avances innegables alcanzados tras años de trabajo, tal vez sería posible hallar un camino que conduzca a la verdad: una puerta de salida en el enredado callejón en que se encuentra —con más de 50 implicados recientemente liberados— la masacre de Iguala.

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