Cara al aniversario de la inauguración del presidente Donald Trump, el jueves pasado el The New York Times hizo algo inusual. En lugar de los dos editoriales que fijan la postura institucional diaria del periódico, dedicó la plana entera a publicar cartas que solicitó a partidarios del mandatario explicando por qué lo apoyan. La decisión del consejo editorial del Times, que en sus posicionamientos ha sido sumamente crítico de Trump, no estuvo exenta de polémica; muchos lectores criticaron que el periódico diese voz y legitimase a acólitos del presidente, entre los que evidentemente hay un número nada despreciable de racistas e intolerantes. Pero más allá de lo que pensemos acerca de la decisión y de si otorga o no legitimidad y normaliza a esas voces, las 15 cartas publicadas son una muestra reveladora de cómo percibe a Trump su base de voto duro, y apuntan a algunas de las dinámicas políticas y electorales que veremos a lo largo de 2018 en Estados Unidos.

Las cartas, amén de sus particularidades, apuntan a cuatro narrativas generales. Primero, quienes apoyan a Trump privilegian lo que ven como sus logros políticos. Una y otra vez, citan como ejemplo la reforma fiscal, así como lo que está haciendo para vencer —“aplastar” es la palabra que muchos usan— al Estado Islámico. “Algunos de los muchos resultados positivos de sus políticas son una economía en auge, bajo desempleo, mercado bursátil al alza, menos impuestos y la derogación de la cobertura de seguro médico obligatorio”, escribió Daniel Irwin de Nueva York. Segundo, les importa un bledo su temperamento y la forma en que se comporta. Las cartas reafirman algo palpable: para quienes apoyan a Trump y piensan que está haciendo un gran trabajo, su petulancia, xenofobia, intolerancia, misoginia y asalto a la figura presidencial son completamente inmateriales. Lo que les importa no es lo que dice, sino lo que hace. Y creen que lo que ha hecho merece todo su apoyo. Una de las cartas pone el dedo en el renglón: “Sí, es bochornoso. Sí, elige peleas innecesarias. Pero también ha nombrado a jueces conservadores, dado prioridad a ciudadanos estadounidenses sobre inmigrantes ilegales, nos ha sacado de varios acuerdos internacionales dañinos y ha eliminado regulaciones superfluas y subsidios a programas gubernamentales innecesarios”. Algo similar escribe David MacNeil de Nueva Jersey: “Las encuestas de opinión lo reprueban y yo también lo haría por su carácter. Pero le doy calificaciones altas por sus políticas y decisiones”. Tercero, uno de los hilos conductores de todas las cartas no es sólo la desconfianza hacia los medios, sino la convicción de que están empecinados en desacreditarlo y reventarlo. “Ha sido difícil leer los periódicos en 2017”, escribió Ellen Mackler de Connecticut. “Son anti-Trump en todo, desde la portada hasta la sección de estilo”. Otro simpatizante más añade: “Creo que le está yendo bien, particularmente cuando se considera el asalto persistente de Hollywood, los programas de entrevista y, me atrevo a decir, este mismo periódico (en referencia al Times), que ha abandonado toda pretensión de objetividad para unirse, si no es que liderar, ‘la resistencia’”. Y, finalmente, creen que es duro y no se anda con rodeos, y eso les gusta. “Pienso que su estilo de ‘no tomar prisioneros’ y su imprevisibilidad podrían ser lo que se necesitaba para hacer que países que nos insultan nos tomen en serio y piensen dos veces antes de aprovecharse de nosotros”, escribe Joshua Dawson de Iowa. “Aplaudo su actitud combativa con los demócratas y los medios vía Twitter”, agrega.

A pesar de que a un año de haber tomado posesión es el presidente con los niveles de aprobación más bajos en la historia moderna de EU (36% en encuesta ABC/Washington Post divulgada el domingo), que su gestión execrable ya genera secuelas preocupantes para la vida democrática del país, así como para toda una serie de temas internacionales, y que podría costarle al GOP el control del Congreso en noviembre, las cartas demuestran que tenemos Trump para rato. Subrayan que el apoyo entre su base no cae y que, por ello, es probable que este año veamos a un titular de la Casa Blanca tentado a asemejarse más al Trump en campaña que a lo que debiera ser el paradigma de un inquilino de la Oficina Oval. Y eso para México, su piñata electoral y sujeto de narrativas que resuenan con su base, son malas noticias.

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