El coronavirus ya ha hecho de la suyas en nuestro país. Más de 15 mil personas han sido confirmadas como infectadas y más de 1,400 perdieron la batalla. Esta pandemia ha traído cambios importantes a nuestra cotidianidad, ha causado estragos en la economía de innumerables familias y ha elevado los números de la violencia. Pero también ha hecho brillar a hombres y mujeres que atienden a los pacientes en los hospitales, que investigan una mejor manera de detectar el virus, que rellenan los estantes para que podamos surtir nuestras despensas, que mantienen funcionando el servicio de limpia y la seguridad en nuestras calles. Ellos y ellas han sacado la casta y nos han demostrado con enorme dignidad lo que significan el compromiso y la convicción de hacer su trabajo y hacerlo bien. Sin mayores reflectores.

Pero por otro lado también están esos que, en medio de la crisis, han sacado el cobre. Me refiero a hombres y mujeres que participan en la vida política y que hoy salen en las fotos de periódicos y noticieros pidiendo al mundo aplausos por su “contribución” en la lucha contra la pandemia.

En Querétaro hemos visto imágenes de actores políticos de todos los partidos, caminando por las calles portando camisas impolutas con sus nombres bordados en enormes letras entregando, en el mejor de los casos productos adquiridos con “su dinero”, en el peor cajas con los logos del programa social del gobierno del estado a los que de manera tramposa pegan sus nombres haciendo caravanas con sombrero ajeno mientras violentan impunemente lo señalado en el artículo 134 de la Constitución de nuestro país.

Es vergonzoso que estas personas sigan utilizando las tragedias y los reclamos justos de la sociedad para llevar agua a su molino. Cada vez que hay un huracán, una inundación, un feminicidio o un temblor me los imagino tallándose las manos como los villanos de las caricaturas. Estoy segura de que si hicieran bien su trabajo no necesitarían andar de “buenos samaritanos” rodeados de fotógrafos.

Sin embargo, su negligencia y omisiones han contribuido a complicar aún más la vida de muchas personas en situaciones de vulnerabilidad. Por ejemplo los prejuicios mezquinos de varios diputados queretanos han impedido la discusión para aprobar el matrimonio igualitario lo que impide que personas LGBTI+ puedan solicitar información de sus seres queridos en los hospitales al no existir un vínculo legal entre ellos. En sus cajones hay iniciativas que combaten la violencia contra las mujeres o que permitirían redirigir millones asignados a publicidad para atender al sector salud.

El oportunismo sigue siendo una de las características principales de esos hombres, esas mujeres que dicen trabajar por el bien del pueblo cuando realmente utilizan las tragedias para llevar agua a su molino. Es momento de evaluar si estas son las personas que queremos ver nuevamente ocupando una curul o una alcaldía cuando es claro que su cinismo no se doblega ni frente a la desgracia.

Activista defensora de derechos humanos e integrante del

Centro Latinoamericano para La Paz, la Cooperación y el Desarrollo

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