Madres y padres de jovencitas desaparecidas en el norte de nuestra nación, integraron la llamada “Caravana de la Realidad del Norte”; con su dolor a cuestas salieron a recorrer varios estados de la República para evidenciar que las injusticias también se viven en el norte de nuestro país.

Los conocí el 23 de mayo; cuatro días antes habían salido de Ciudad Juárez, Chihuahua, recorrieron más de mil seiscientos kilómetros para hacer escuchar su voz en el centro de Querétaro. Antes de llegar a la principal plaza de la ciudad capital de este estado, estuvieron en Saltillo, Ciudad Jiménez, Torreón, Zacatecas y San Luis Potosí.

El reloj marcaba las 4 de la tarde y al grito de “¡Nos faltan 43 y nuestras hijas también!”, descendieron de los vehículos que los transportaban.

Decidieron salir de su tierra para denunciar la desaparición de sus hijas, para decir que el dolor de las madres y los padres de los 43 no es el único que hace gritar en nuestra nación. Unos buscan a sus hijas; los otros buscan a sus hijos; unos se encuentran en el norte y los otros viven en el sur. Todos sobreviven buscando a sus seres queridos.

Tuve la oportunidad de platicar con José Luis Castillo, el es el padre de Esmeralda Castillo Rincón, desaparecida el 19 de mayo de 2009.

¿Cómo desapareció su hija? Le pregunté, él me contestó con una breve historia:

Yo era trabajador del municipio, me dedicaba a pintar las líneas amarillas de las banquetas y guarniciones. Como todos los días, el sábado 16 de mayo, me encontraba pintando bajo el inclemente sol; una vecina del lugar me obsequio una jarrita de agua helada, por supuesto la acepté de inmediato. Me la tomé con mucho gusto. Al llegar a mi domicilio me empezaba a sentir mal, pero no dije nada puesto que mi esposa sólo me estaba esperando para irse a trabajar, regresaría hasta el martes en la tarde. En la noche de ese día y la mañana del domingo ya mi enfermedad era evidente, mi hija Esmeralda de tan sólo 14 años de edad me estuvo atendiendo, inclusive me ayudó con el medicamento, motivo por el cual el lunes faltó a la escuela; ese terrible martes 19 de mayo de 2009, había mejorado notoriamente, por lo que le dije que se fuera a la escuela, ella dijo que no quería ir para no dejarme solo, yo insistí diciéndole: váyase mija ya faltó un día a la escuela, no puede faltar dos, tiene usted que estudiar para triunfar en la vida, váyase, estudie mucho. Sin estar convencida obedeció y ella se fue. Fue la última vez que la vi.

Desde entonces —continuó diciendo—, la vida de mi esposa y la mía giran en torno a la búsqueda permanente de Esmeralda. Detiene la conversación, guarda un momento de silencio. Su mirada fija parece estar muy lejos de donde nos encontramos platicando. Sus ojos se llenan de lágrimas, rompe el silencio para comentar: Viera cómo desde entonces retumban en mi mente esas palabras, esas que le dije a mi querida niña: “váyase mija a la escuela, váyase”, me siento tan culpable. Su voz refleja una profunda tristeza que invade el espacio en el que nos encontramos.

Refiere con indignación que las autoridades estatales han sido omisas. Me comenta que inclusive lo han criminalizado a él y a su familia por seguir buscando a su hija y por lo tanto exigir a las autoridades que hagan su trabajo. Con una expresión de enojo dice: “Para quienes venimos en esta caravana y para muchos Chihuahuenses no importan los colores de quienes gobiernan, antes estaba el PRI ahora el PAN todos son lo mismo, no hay justicia”

Al día siguiente, la caravana continuó su camino hacia la Cd. de México para sumar su voz y sus pasos a los de las madres y padres de las y los desaparecidos del Sur de nuestra nación encabezados por los padres de los 43.

Me duele mi país. El dolor de tanta gente a veces me parece insoportable. Acompañar los pasos de quienes luchan contra el sistema desde su realidad es la única alternativa para enfrentarlo.

Hoy su grito sigue escuchándose en Querétaro: ¡Porque vivas se las llevaron, vivas las queremos!

Presidenta de Desarrollo Comunitario para la Transformación Social, A.C.

GR

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