El ser humano es un eterno buscador de la felicidad, de buenos momentos; sin embargo, la mayoría de las veces sin darnos cuenta nos enfrascamos en un sin fín de conversaciones mentales que nos llevan a nuestros pensamientos derrrotados cuando no algo no nos salió bien o a nuestro papel de víctima cuando sentimos que alguien nos ha hecho daño. Creamos sin siquiera ser conscientes un costal a nuestra espalda que cargamos  lleno de resentimiento, frustración y rencor que nos hace la travesía de la vida muy pesada.

 “Esta vida, a veces duele a veces cansa, esta vida no es perfecta, no es coherente, no es fácil, no es eterna, pero a pesar de todo….la vida es bella” Y agregaría algo más a esa frase: La vida muchas veces no es justa pero a pesar de todo ello, Señores, la vida, ¡es bella!

Dejar de ser niños, es en muchas ocasiones podríamos traducirlo como el despertar al dolor, a una realidad en donde todos lo regalos que se recibían en navidad simplemente dejan de llegar y ahí comienza la amarga realidad de la vida donde no existe un “Niño Dios” o un “Santa Claus” dejando de llegar a ti esa ilusión. ¡Pero te tengo noticias! Quizá hemos vivido en un mundo de ilusión o mejor dicho de desilusión, sin embargo aprender a poner atención en lo que nos sucede puede ser la llave para poder modificar y arrancar aquello que no nos gusta, pero sobre todo nos duele y no encuentro mejor ejemplo que la película llamada “La Vida es Bella”  de Roberto Benigni.

La grandeza del amor en el ser humano es uno de los motores más importantes que nos impulsan a salir adelante, sin embargo muchas veces lo perdemos de vista y además, le dejamos toda la responsabilidad al  otro para hacernos felices cuando en realidad todo comienza en uno mismo.

¿Cómo pretendemos darnos al otro cuando ni siquiera nos amamos a nosotros mismos? Empecemos por definir qué es lo que queremos en la vida, ¿qué sueños más salvajes queremos realizar? Hacer un alto y observar cómo hemos recorrido la aventura de la vida para darnos cuenta qué es lo que queremos modificar, transformar y darle un giro, puede ser un buen comienzo para cambiar aquello que hasta ahora no nos gusta pero podemos ir todavía más allá de lo que nos pueda gustar o no y podemos dejar de cargar esos lastres que nos lastiman y no nos permiten avanzar, podemos dejar de cargar aquellos recuerdos que nos atormentan y sólo nos hacen más pesado el camino ¿cómo? Perdonándonos y perdonando al otro. Una empresa nada sencilla porque nos enfrentamos a nuestros más profundos dolores y resentimientos pero atravesarlos, te dará la ligereza que significa paz y tranquilidad a tu alma para poder continuar de una manera distinta: ¡Viviendo!

Ponerle a cada día una sonrisa puede ser el mejor ejercicio para sacar lo positivo a las cosas nada cambia tu realidad pero tampoco nada la mejora estando enojado con la vida.

Hacernos responsables de los que nos sucede a través de los demás es la clave para dejar de culpar al otro de lo que me hace cuando yo mismo lo genero. Cuando logres esto, descubrirás la llave maestra para entrar al mundo de lo posible y de la verdadera felicidad porque todo recaerá en tus actos y dejarás de culpar a los demás por lo que te sucede.

¡Somos adultos Señores! Y ya es momento de tomar las riendas de nuestra vida. ¿Dolerá? ¡Mucho! Pero te puedo asegurar que después de atravesar ese dolor, encontrarás un mundo donde no hay límites para lo que quieres lograr en cualquier ámbito de tu vida.

Así que la invitación a ser feliz está abierta, solo es cuestión que te decidas entrar a la reflexión, a confrontar tus miedos más profundos y sobretodo perdonarte por todo aquello que has permitido y has dejado de vivir.

En una conferencia que asistí de Coaching, me enseñaron que no basta con sentir amor, sino hay que ejercer el verbo amar, vivir diariamente conjugando ese verbo en uno mismo y para los demás.

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