Es un joven que nació hace diecinueve años, poseedor de cualidades y de tener consigo un cúmulo de ilusiones. A su manera, es una persona que enseña a los demás la importancia y el valor de responder al reto que conlleva una discapacidad, si entendemos la definición y el alcance de esa palabra a la que deberíamos acompañar con respeto, inclusión, tolerancia y normalidad, condiciones que hoy día deberían ser parte de una cultura social para interactuar con personas que tienen en contexto de desarrollo físico e intelectual eso, una discapacidad. A pesar de que más de mil millones de personas, el 15% de la población mundial viven con alguna, ello implica que en alrededor del 20.5% de los hogares en el mundo hay una persona con alguna discapacidad.

Brandon, cuando era pequeño, no le concedían siquiera la expectativa de poder llegar a caminar, enfrentaba entonces el reto que confirmaría a unos años el diagnóstico de dispraxia en el lenguaje, que para sus padres significó plantear expectativas de vida para su hijo muy distintas a las que de manera general se tienen en esa visión de familia y, justamente desde el interior de la misma, se fue construyendo una enorme fortaleza con paciencia, atención, esfuerzo, observación y terapias que, en el marco de aprender a ver con normalidad esas diferencias, una a una se fueron convirtiendo en pequeños logros con un enorme sabor a esperanza. Con el tiempo, él aprendió a nadar en todos los estilos, a jugar tenis y tocar el piano a dos manos con un estilo muy personal  que incluye la lectura de pautas musicales.

Se antoja muy difícil el futuro cuando se enfrenta la discapacidad de coordinar las acciones entre el cerebro y el organismo, pero cuando se comparte tanto el sufrimiento como el coraje y la alegría para salir adelante, es entonces que todo cobra un sentido muy diferente como lo han sido las tantas lecciones que Brandon ha dado a su familia con su esfuerzo y su creatividad para crecer sobre las propias limitaciones de su discapacidad. Quienes están cerca de él, le aprenden cada ocasión, que un mínimo logro, demanda un enorme esfuerzo y trabajo de alto rendimiento que siempre festeja   para su beneplácito y el de sus afectos cercanos.

Por cierto, Brandon aprendió a jugar golf observando un videojuego, pero ello le abrió una puerta para llevar el juego a la vida real, con todo lo que significa dimensionar un campo, golpear una pelota y empujarla hasta un propósito, entendiendo las reglas y las normas que rigen ese deporte. Patrocinado por las empresas Nephos It y por la Academia de Golf Prentis,  las que hicieron suyos los valores de inclusión y tolerancia, se ha convertido en un embajador de dicho deporte y ello le permite una novedosa terapia que difícilmente se hubiera pensado, pero que le ayuda a coordinar movimientos, expresiones, acciones y a hacer gala de esa, su propia personalidad, en una comunidad que hoy hace suyo también el trabajo y el esfuerzo en pro de una cultura para aprender y entender la discapacidad y que integre socialmente a quienes posean alguna.

La vida de Brandon está seguramente llena de experiencias, anécdotas, dificultades y logros, pero es una realidad que nos debe invitar a entender que su tiempo es la suma completa del amor de su familia y la reciprocidad del suyo cada día, cada evento, cada nuevo y duro esfuerzo, desde que aprendió a caminar y desde  que enseña a mucha gente a caminar a su lado con respeto y admiración, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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