¿Alguna vez te has preguntado qué pasa con toda la comida de los supermercados o mercados locales que no logran vender?, ¿qué pasa con los productos enlatados que están próximos a vencer y que durante los inventarios son retirados de los anaqueles?, ¿dónde terminan esos alimentos? La respuesta es tan fácil como triste, se tiran.

Cada año, en el mundo, se desperdician mil 300 millones de toneladas de alimentos que equivalen a un tercio de lo que se produce para el consumo humano, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Aterrizado a México, anualmente vemos el desperdicio de 20.4 millones de toneladas de alimentos, es decir que, por persona, se tiran 170 kilogramos anuales.

Con estas cantidades, destinadas de diferente manera, se podría brindar comida a los más de 20 millones de personas en México que, de acuerdo con cifras del Coneval de 2016, viven en situación de hambre.

Este grave problema actual no solo repercute en no brindar el derecho básico que tenemos como ciudadanos a la alimentación, sino que afecta al medio ambiente, ya que el desperdicio de estos alimentos genera 36 millones de toneladas de CO2, el equivalente a las emisiones contaminantes anuales de 16 millones de vehículos y, a su vez, la pérdida de 40 mil millones de litros de agua que se pierden en la producción en los campos.

Para atacar esta problemática y brindar soluciones que nos beneficien como ciudadanos y que generen un cambio ambiental, el Partido Verde propuso la creación de Bancos de Alimentos. Esta iniciativa, presentada ante la LXIII Legislatura, busca la expedición de la Ley General para la Recuperación y Aprovechamiento de Alimentos, para trabajar en las condiciones técnicas y atacar este problema, garantizando que todos los ciudadanos tengan acceso a los insumos necesarios para su supervivencia.

¿Cómo lograrlo? Esta iniciativa reformaría la Ley del Impuesto sobre la Renta con el fin de que se brinden las facilidades a las empresas para que sus donaciones autorizadas puedan ser deducibles ante el Servicio de Administración Tributaria (SAT).

Además, no se cobraría el traslado de los alimentos hacia los bancos o hacia las organizaciones comunitarias desde las que se realice la distribución, permitiendo así eficientar la entrega a través de este beneficio fiscal para las grandes cadenas.

¿Por qué es importante?, ¿por qué debemos hacerlo ahora? Para atender a la población de escasos recursos y repartirles esos alimentos que ya no son comercializables pero que se encuentran en condiciones óptimas para su consumo y atacar así un problema real de carencia alimentaria en el país.

Es una tarea que nos corresponde hoy a todos, por el bien común y en beneficio también del medio ambiente.

“Casi todos los crímenes que castiga la ley se deben al hambre”

-René de Chateaubriand

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