Hace un par de años visité una exposición temporal en el Palacio de Bellas Artes, entre las piezas expuestas estaba una de mis pinturas favoritas. Al poder apreciarla en vivo y no a través de una pantalla, experimenté un sentimiento muy particular, que incluso aún se me dificulta explicar con palabras. ¿Por qué la experiencia es distinta dependiendo del medio a través del cual observamos?

El arte tiene diferentes características y cualidades que rigen su misma producción, una de ellas es el aura, término propuesto por Walter Benjamin en su libro La obra de arte en la época de su reproductibilidad, de 1936. Este término nace de la necesidad de transitar de un valor sagrado —que el arte contenía en los siglos posteriores, como el caso del Renacimiento donde las representaciones artísticas cumplían con una función religiosa— a un estado donde el sentido de culto se pierde, puesto que el arte se basará en la experiencia estética con el fin de producir placer.

Asimismo, se agrega el factor de la reproductibilidad, el cual busca proliferar las obras de arte y hacer llegar el valor estético a más público. Un ejemplo es la Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, la cual podemos encontrar en portadas de libretas, en tazas, en memes, en trípticos, etc., todas estas reproducciones sacan la pieza del museo y disminuyen ese valor único, un tanto sagrado, que se les adjudica a las piezas artísticas que se encuentran en los museos.

Además de la reproducción a niveles masivos de la imagen, el lugar o contexto particular en el que se reproduce la obra afecta su valor. Una vez que la pieza se extrae del museo, pierde su valor asociado a la experiencia estética, una Mona Lisa de llavero o un imán de la estatuilla del David de Miguel Ángel, no generan una reflexión estética, aspecto fundamental que tiende a suceder durante la experiencia de visitar un museo.

Para Walter Benjamin, el arte que contiene aura sí es una obra genuina, es decir, el aura no se produce en una falsificación o una reproducción. Esto tiene diferentes dimensiones, la primera es que los artistas juegan un papel de creadores únicos y poseedores de un don particular. La segunda es muy importante y es el mercado, ya que la producción de lo que se considera algo auténtico es mucho menor que la producción en general, entre más escasez exista de las piezas más demanda habrá, un ejemplo son las cifras exorbitantes durante las subastas de los artistas del Renacimiento, donde se ofrecen piezas únicas y con un bagaje histórico inigualable, tal es el caso que la semana pasada una pieza Sandro Botticelli fue vendida por 45.5 millones de dólares.

*Lic. en historia del arte y curaduría

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