Hace unos días, en relación al fallo de la Corte sobre el aborto en Veracruz, conversé con un periodista extranjero sobre el avance de los derechos humanos de las mujeres en México y la necesidad o no de seguir luchando por ellos. “Las cosas han mejorado, hay mujeres en política, dirigiendo empresas y estudiando carreras que hace unos años eran impensables”, me dijo “¿por qué no es suficiente?”.

La verdad creo que la pregunta debería ser, qué pasa en México qué, conforme la situación de las mujeres mejora, los obstáculos son cada vez mayores. Las mexicanas hemos vivido circunstancias intolerables por cientos de años, por eso hemos desarrollado múltiples formas de lidiar con la discriminación y la violencia y tal vez eso es lo que ha llevado a tantas personas a creer que los avances logrados por la lucha feminista ya deberían ser suficientes. Es muy obvio que no es así. Las mujeres en México aún vivimos condiciones a las que la gran mayoría de los hombres de nuestro país jamás se han enfrentado y que nunca aceptarían como “normales” como es vivir subyugados a los designios de otra persona porque una iglesia así lo ordena o tener que marchar constantemente para gozar del derecho de plena autonomía sobre su cuerpo.

Cuando muchas personas hablan de las mujeres no las ven como iguales ni en derechos y ni en posibilidades en relación a los hombres. Por eso no pueden comprender que las mujeres no queremos que nos “den”. Las mujeres queremos que nuestros derechos se reconozcan sin limitaciones y que nos dejen ser y hacer en paz, especialmente los hombres que se oponen de manera férrea al avance de las mujeres.

Cuando hablamos de ser iguales no queremos decir idénticas, queremos decir equivalentes en derechos; no buscamos ser como ellos, solo queremos las mismas oportunidades. No comprenden que nuestras vidas tienen sentidos distintos a las suyas, no entienden que no queremos lo que ellos creen, pero sobre todo no se dan cuenta de que las mujeres no aspiramos a que nos den, por el contrario tenemos mucho que dar a este país.

No deja de preocuparme que tantas personas piensen que las mujeres, todas las mujeres, ya somos dueñas absolutas de nuestras vidas, de nuestra autonomía y nuestros derechos cuando es más que evidente que no hemos avanzado ni tan rápido ni tan lejos como debiéramos.

Las mujeres aún debemos luchar contra la violencia que nos impide llegar a puestos de toma de decisión, las mujeres violadas aún tienen que convencer a policías, fiscales y jueces, las mujeres aún tenemos que recurrir a la Cortes para exigir nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.

El mensaje constante que las mujeres recibimos desde las altas esferas del poder es claro, la protección, garantía y respeto de nuestros derechos como personas humanas sigue siendo algo secundario. Por eso nuestra respuesta seguirá siendo no, no es bastante lo obtenido porque aún no conseguimos que entiendan que lo que hemos logrado todavía no es suficiente.

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