Si la primera visita internacional del presidente electo de Argentina es a México, quizá obedece a un doble motivo: la cercanía entre dos proyectos progresistas, el peronismo y la 4T, y la hostilidad de Bolsonaro hacia Alberto Fernández.

Mientras en México se cumplirá el primer año de gobierno, Argentina lo iniciará el próximo 10 de diciembre. Estos dos países podrían establecer alianzas estratégicas para impulsar no sólo una agenda progresista en América Latina, sino también para tener mayor capacidad de negociación frente a otros bloques y proyectos. Sin embargo, cada uno de los dos países se enfrenta a retos muy complicados que pueden limitar las posibilidades de tener una agenda en común.

Ya conocemos los retos que tiene México y la 4T, desde la violencia y la inseguridad, hasta la corrupción y la impunidad, sin olvidar la migración y la falta de crecimiento de su economía. Por su parte, Argentina se encuentra en una situación muy difícil que necesita atención inmediata. El gobierno que encabezará Alberto Fernández logró lo que hace unos meses se veía difícil, ganar la presidencia mediante una alianza amplia que unificó a las diferentes facciones del peronismo. Se trata de un político que —con una buena imagen— compensó bien los puntos negativos del kirchnerismo de Cristina, tanto por su desgaste en el poder presidencial, como por los expedientes de corrupción que la persiguen. Sin duda, la jugada de ubicar a Cristina como vicepresidenta, removió el escenario y descolocó a sus adversarios. El macrisimo no pudo responder y las primarias de agosto fueron la gran sorpresa en su contra. De esta forma, mientras el oficialismo se dedicó a hacer campaña, el peronismo unificado inició planes para su futuro gobierno.

Las elecciones de octubre pasado le dieron la victoria en primera vuelta, pero el macrismo logró repuntar y disminuyó la diferencia hasta llegar a 40%. El resultado es un país polarizado, pero con un ganador y con una oposición que terminará con fuerza para obligar a la negociación al nuevo gobierno.

Algunos de los retos más visibles del gobierno que empezará en diciembre apuntan hacia lo más elemental: resolver en el corto plazo una crisis económica y social. Se menciona que por primera vez en su historia en Argentina hay sectores de la población que padecen hambre, lo cual indica el empobrecimiento en un país que paradójicamente produce alimentos que exporta a otros países. Si dejamos de lado la enorme especulación política sobre cómo será la relación entre el presidente y su vicepresidenta, lo cierto es que el sistema presidencial argentino tiene a la mano los decretos de necesidad y urgencia para sacar adelante la agenda del ejecutivo, lo que le ayudará a Fernández responder a una sociedad en crisis. Se trata de hacerse cargo de la frivolidad de un gobierno que endeudó de forma irresponsable a un país que hoy padece alta inflación y que ha tenido una enorme y abrupta devaluación de su moneda.

Uno de los retos de Alberto Fernández será la negociación con el FMI. Ya Trump hizo un gesto de acercamiento a Alberto Fernández, lo felicitó y le dijo que el FMI trabajaría con Argentina (El País, noviembre 3 de 2019). El gobierno de Macri generó un severo endeudamiento, 57 mil millones de dólares, los cuales no se sabe muy bien dónde están, como pasó en México en el pasado, porque el recurso se contrató como deuda, pero luego salió como fuga de capitales. Un endeudamiento grave y veloz. Esta situación es lo que Martín Granovsky llamó “Fiesta para Macri, desafío para Fernández” (Página 12, noviembre 3 de 2019). En suma, Argentina tendrá que enfrentar el combate al hambre, una renegociación muy complicada de la deuda y un reacomodo entre el peronismo triunfante y la salida de la coalición macrista.

Si Alberto Fernández y AMLO logran gobernar sus grandes retos, quizá puedan ser la expresión de una alianza latinoamericana para dar un giro que vaya de un proyecto neoliberal a una agenda progresista. Veremos si de la visita sale una alianza…

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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