Puede considerarse que, en teoría, el informe del gobernador y su respectiva glosa se derivan de una de las principales funciones de los Poderes Legislativos: la vigilancia o supervisión sobre el Ejecutivo. Por tanto, hablamos de un mecanismo de control interorgánico y, en pocas palabras, de un instrumento para la rendición de cuentas horizontal.

Entonces, un criterio general que podríamos emplear inicialmente para reflexionar con consistencia mínima la efectividad y utilidad de la glosa es a través de los tres elementos básicos para que haya rendición de cuentas: información, cuentas y responsables.

En las sesiones de la glosa puede apreciarse que esos tres componentes de la rendición de cuentas están muy limitados o son prácticamente inexistentes. En consecuencia, la glosa carece de valor real como medio institucional por el cual el Congreso exige cuentas al gobierno por sus decisiones/acciones y la ejecución y resultados de las mismas. Así, sobre cada elemento, vale la pena mencionar:

Información: por razones variables, resulta evidente que los legisladores ni siquiera cuentan con información adecuada que les permita hacer cuestionamientos orientados hacia un enfoque de política pública. Lo anterior se nota en sus cuestionamientos tanto a nivel individual como por grupos. Por un lado, parece que su acceso a la información es limitado y, por otro, que carecen de una metodología propia de seguimiento del Ejecutivo.

Cuentas: en la glosa se omite prácticamente por completo entregar y/o exponer registros detallados, oportunos y comparables del dinero público que se ha utilizado, así como la relación entre los gastos efectuados y los propósitos públicos que los justifican.

Responsables: resalta la ausencia de sujetos identificables con clara responsabilidad pública. Por un lado, derivado de la coyuntura, los responsables de la gestión en las secretarías del Trabajo y de Obras Públicas en el año que comprende esta glosa no estuvieron presentes porque se consintió su renuncia a tan solo unos días de que aquella iniciara. Por otro, derivado del diseño, el gran ausente siempre es el gobernador. No hay justificación alguna para que no forme parte activa y protagónica de la glosa el principal responsable de la administración pública estatal.

Además de las limitaciones de esos tres elementos sustantivos, el formato de esta glosa merece ser analizado. Ante la falta de espacio solo señalo, por ejemplo, que resulta cuestionable que las comparecencias se desarrollen por ejes temáticos pero la exposición de los funcionarios sea individual, o sea, por secretaría u órgano estatal y, por tanto, fragmentada. En consecuencia, la lógica de las comparecencias resulta inconsistente y la calidad de lo que se pretende informar se pierde de forma no trivial.

El diseño y formato del informe del Ejecutivo y su glosa tienen que ser repensados, empezando por la definición de sus objetivos y alcances, así como de la reflexión seria de sus limitaciones. También sería conveniente optimizar su institucionalización.

Como conclusión, la glosa hoy día (y desde legislaturas anteriores) es, en el mejor de los casos, un mecanismo muy endeble de rendición de cuentas; en el peor, una lastimosa simulación. Dentro del rango entre ambas posibilidades no existe demasiada distancia entre una y otra.

Politólogo, especialista en transparencia

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