El pasado 3 de agosto en Palacio Nacional, el presidente le cedió la palabra al titular de la Secretaría de Educación Pública, Esteban Moctezuma, para que éste informara sobre el regreso a clases.

La intervención del secretario empezó siendo clara, pasó a ser sorpresiva y terminó con una pieza digna de un régimen que se niega a morir. “El primero de julio de 2018 usted, presidente Andrés Manuel López Obrador, dijo: ‘Es tiempo de reconciliación’, qué mejor momento que la adversidad de un extraño enemigo como el COVID-19 para reconciliarnos por la educación.” Loa que cayó como anillo al dedo.

Pero del anuncio del secretario valoro la claridad y el asomo de realismo. “[Q]uisiéramos volver a clases presenciales, pero no es posible ni prudente”. Según el titular de la SEP, no existen “condiciones” para ello, pues la “pandemia representa uno de los mayores desafíos de nuestros tiempos que exige de todos nosotros esfuerzos y actitudes extraordinarias”. Alertar que la pandemia “no está domada”, y que por tanto corremos un gran riesgo, puede despertar conciencia y desplegar conductas colaborativas de la gente. “La realidad nos exige tener paciencia y prudencia”, remató Moctezuma frente a su jefe.

Lo sorpresivo vino cuando se anunció el “acuerdo de concertación” con cuatro televisoras privadas (Televisa, TV Azteca, Imagen y Multimedios) para regresar a clases con un “esquema robusto, oficial, válido, que dará servicio a 30 millones de estudiantes de 16 grados escolares”. Y es sorpresivo por al menos dos razones.

Primero, porque en abril pasado, el Gobierno Federal firmó un acuerdo para devolver los tiempos oficiales a estaciones de radio y canales de televisión bajo el argumento de que “un gobierno que mantiene comunicación permanente con el pueblo, un gobierno del pueblo no necesita de propaganda, y la industria de la radio y la televisión está pasando por un mal momento” (AMLO, 03/04/20). Si no se hubieran devuelto esos tiempos, ¿cabría ahora la “robusta propuesta del señor presidente”? ¿Fue esa devolución otro error del presidente o es parte de un plan para enriquecer a una industria que, al igual que millones compatriotas, pasa por “un mal momento”?

Lo segundo que sorprendió al saber que nace la “televisión aliada de la educación”, es que desde mayo, la propia SEP informaba que con la primera edición de Aprende en Casa, se llegaba a 8 de cada 10 maestros y a 9 de cada 10 alumnos Este avance, según la SEP, fue “resultado de la transmisión de los contenidos educativos en las 32 entidades federativas a través de 40 canales de televisión abierta y de 36 canales del Sistema Estatal de Red de Radiodifusoras y Televisoras Culturales y Educativas de México (Boletín 136). Si la cobertura y el alcance eran amplios, ¿qué justificó entonces el “acuerdo de concertación”? ¿Cuál fue el problema que detectó la SEP para entregarle 450 millones de pesos a los medios? Alguien en Palacio tendrá que responder a estas preguntas. “Aún hay más”.

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