La vida es una pintura de varias capas, cada una de las cuales contiene cápsulas de tiempo. En cada cápsula hay acontecimientos vividos, emociones sentidas y palabras dichas. También hay silencios tensos, que ocupan el lugar de diálogos que nunca existieron.

Si leemos la biografía de Antonieta Rivas Mercado desde una perspectiva lejana, aparecerá ante nosotros una mujer privilegiada, nacida en la Ciudad de México en 1900; fue hija de un arquitecto acaudalado, el favorito del Porfiriato. Cuando era niña, recibió la mejor educación posible, practicó la danza clásica y a los ocho años viajó con su padre a Francia, donde pudo haber bailado ballet en una manera profesional en la Ópera de París. Don Antonio no quiso dejar a su hija sola, así que ella regresó a México, donde a los pocos meses estalló la Revolución.

Desde temprana edad, mostró su habilidad para aprender idiomas: inglés, francés, alemán, italiano y griego. Fundó el Teatro Ulises y el patronato de la Orquesta Sinfónica de México. Miembro del grupo Los Contemporáneos, escribió cuento, novela, teatro, ensayo y crónica.

En la novela Los años con Laura Díaz, Carlos Fuentes escribió: “Laura Díaz vio la caída del Ángel y quién sabe por qué pensó que no era tal Ángel, era la señorita Antonieta Rivas Mercado, que míticamente posó para el escultor Enrique Alciati sin imaginar un día que su bella efigie, su cuerpo entero iban a caer hechos pedazos al pie de la esbelta columna conmemorativa”. En realidad, la obra fue moldeada en 1909, Antonieta era una niña; era imposible que hubiera posado para una escultura de mujer.

Su obra literaria es valiosa, y como mecenas dejó un legado importante para la vida cultural y artística de México. ¿Por qué no es reconocida?, ¿por qué no hay calles, plazas, bibliotecas, orquestas, universidades o premios que lleven su nombre?

Por dos razones: era mujer y murió por su propia mano. No está sola al haber tomado esta decisión: muchos autores, intelectuales y pensadores notables han enfrentado sus propios demonios mentales hasta no poder soportarlo. El hecho de que una mujer pensara y actuara en consecuencia sí que estaba penado.

Su nuera, Kathryn S. Blair, escribió la novela “A la sombra del Ángel”, haciendo referencia a la columna dedicada a la Independencia, diseñada y construida en 1910 por el padre de Antonieta para conmemorar los cien años del movimiento. El prólogo dice: “París, 11 de febrero de 1931. Por la entrada principal de la catedral de Notre-Dame penetró una ráfaga de aire invernal agitando el velo negro de una mujer alta que en ese momento entraba y avanzaba por el pasillo lateral hacia la sacristía [...] Un joven cura llevaba, apresurado, un mensaje a la sacristía, cuando observó a la mujer alta que, sola y de pie, alzaba el rostro hacia Cristo en la cruz [...] La mujer seguía de rodillas, inmóvil, con la mirada fija, velada y constante, en el crucifijo. Después, con toda calma, sacó una pistola de la bolsa negra que había dejado en el banco y se la llevó al corazón”.

En 2020, Guillermo Schmidhuber escribió el monólogo “Antonieta, el fantasma de Notre Dame”, que se presenta en junio de 2022 en el Mesón de los Cómicos de la Legua de Querétaro, con la actuación de Lupita Pizano y Franco Vega, bajo la dirección de Román García. No deje de verla.

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