“Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros; su amor ha llegado en nosotros a su plenitud” (1 Jn 4,12).

La soledad es un asunto que aflige a muchos hombres y mujeres de hoy. Ante este fenómeno, el Papa Francisco invitó a reconocer el valor del amor matrimonial como la fecunda donación recíproca de hombre y mujer, así como el valor de la indisolubilidad para fortalecer a la familia. Esto lo dijo el pasado 4 de octubre al inicio de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en Roma, en el que se aborda el tema de la familia.

Hoy, la soledad está presente en “ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.”

Vivimos una paradoja “vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía… Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero”.

“Cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social”.

El amor entre el hombre y la mujer

El libro del Génesis narra que cuando Dios vió la soledad de Adán, dijo “No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude” (Gn 2,18). Estas palabras muestran que “Dios no ha creado el ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona que es su complemento; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo que se ha proclamado hoy (cf. Sal 128).”

“Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación reciproca.”

La familia

“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mc 10,9). “Es una exhortación a los creyentes -dice Francisco- a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios.”

En un comentario con un contenido ideológico profundo dijo que “ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión ‘la tristeza de este mundo’… En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.”

Me parecen muy valiosas estas reflexiones para entender las causas de muchos problemas sociales y para buscarles solución.

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