Más vale no ver el presente. La pandemia rompe récords y su gobierno se contradice sobre su impacto y duración. La economía inicia su desplome y su administración no quiere comprar los paracaídas. La inseguridad sigue subiendo y no cambian estrategia ni discurso. La corrupción salpica a sus más cercanos y él prefiere hacer como que no ve.

Andrés Manuel López Obrador no quiere conjugar ningún verbo en presente. No tiene cómo. Está inmerso en una realidad que muestra crisis para donde voltee. Por eso, para trazar un futuro, para convencer a los mexicanos de que no hay que perder la esperanza en su gobierno, no le queda más que mirar al pasado.

Ahogado por la coyuntura, el presidente recibe oxígeno político de los escándalos del sexenio anterior: el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, promete cooperar con la Fiscalía General de la República y contar todo lo que sabe; mientras el investigador en jefe del caso Ayotzinapa, Tomás Zerón, está prófugo y con orden de captura internacional.

Por eso, el pasado ocupa un lugar preponderante en el discurso de ayer para conmemorar los dos años de su victoria electoral: a falta de resultados que presumir, volver a lo que conquistó el voto: miren qué mal lo hacían con la inseguridad, miren qué mal lo hacían con la corrupción.

López Obrador empezó a hablar del pasado en el primer minuto de su discurso. Es literal. En el minuto uno empezaron a desfilar conceptos como otros gobiernos, neoliberalismo, y el recuerdo doloroso de Ayotzinapa.

Por sexta vez en el sexenio, un informe acartonado, al viejo estilo, sin autocrítica, que podría ser de Salinas, Zedillo, Calderón, Peña Nieto, Echeverría… aunque se agradece que este haya sido mucho más breve, aunque no nos salvamos de escuchar otra vez que si ya no hay Estado Mayor ni Cisen, que si es austero y no usa avión presidencial, que si Santa Lucía es más barato que Texcoco, que Dos Bocas va muy bien, que si canceló las pensiones de los exmandatarios, que si los impuestos en la frontera, que si bajó 95% el huachicol, que si los árboles frutales y maderables, que si Los Pinos ya es centro cultural; la novedad es que agregó el asunto de los factureros.

En un desapego asombroso a la realidad soltó frases como que en la pandemia se ha informado con precisión, que ya no hay corrupción ni impunidad, que ya se vive un Estado de Derecho, y que como abren más Oxxos, la economía está creciendo.

Si no lo vio, no se preocupe. El 1 de septiembre hay otro igual.

SACIAMORBOS

“Nunca se había insultado tanto a un presidente. La respuesta ha sido la tolerancia y no la censura”. Ja.

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