“Nadie me dijo nada, ni había policías”, me comentó César Aguirre, un aficionado que salía del Estadio Azteca a toda velocidad, junto con sus dos hijos, uno de 12 y otro de 9 años. Había, como yo, sentido el temblor, un fuerte jalón que espantó a muchos aficionados, a los que se dieron cuenta y que por su propia convicción salieron del enorme escenario.

No hubo alarma sísmica. Muchos no lo saben, pero solamente suena cuando los movimientos de la tierra provienen de la zona central de las costas de Guerrero. El epicentro de este temblor fue la Ciudad de México. Hubo quienes ni se enteraron, pero el epicentro fue a metros del estadio, en Jardines en la Montaña, y aunque el reporte de las autoridades fue de 2.6 grados en la escala de Richter, la sacudida —para quienes la sentimos— fue inquietante.

La mayoría de los temblores en nuestro país provienen de la zona de Guerrero descrita. No ha existido un sismo mayor a 7.5 en otro lado. Por eso, las autoridades decidieron que la alarma sísmica estuviera colocada ahí, algo que nada tiene que ver con las autoridades de Protección Civil, responsables de la seguridad en acontecimientos masivos. El organizador de un partido siempre debe estar en coordinación, en este caso, con la Delegación Coyoacán, que debió hacer algo al respecto, no esperar a que el América derrotara al Veracruz.

No fueron capaces de poner en marcha un protocolo de seguridad. Si no hay alarma sísmica, tienen la obligación de estar pendientes y desalojar el inmueble si existe un movimiento. Pero como se trata del futbol, donde la televisión transmite en vivo, pusieron en riesgo a los 19 mil 81 aficionados que estaban.

El jueves por la noche, muchos estábamos en nuestros trabajos. En la redacción de UNIVERSO DEPORTIVO evacuamos y esperamos indicaciones de la brigada designada para saber si teníamos oportunidad de regresar a nuestros lugares de trabajo; obviamente, después de una profunda revisión. Lo mismo viví en TV Azteca, donde estábamos en vivo en “Los Protagonistas” y, de inmediato, actuaron los brigadistas, al grado que no nos dejaban ni acercarnos a lugares donde pudiéramos tener contacto con cables de alta tensión. No se trata de esperar la medición del Sismológico Nacional, se trata de no poner en riesgo a alguien. Tampoco se trata de escudarse en que no sonó la alarma sísmica, porque —insisto— la responsabilidad de la Delegación Coyoacán es estar alerta.

Muy mal. Somos una sociedad traumatizada por los temblores. Muchos de los que vivimos el de 1985, cada que se mueve el piso, imaginamos lo peor; por eso, hacemos caso a las autoridades, a las que responsablemente encaran estos momentos, lo que en el Azteca no fue así. Les importó más esperar el segundo gol de Silvio Romero.

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