En estricto sentido, los terroristas islámicos están cumpliendo puntualmente los mandatos que Alá prescribe en el Corán: acabar con los infieles. Los musulmanes pacíficos y tolerantes hacia otros credos son tibios, no acatan la voluntad de Alá, se quedan cortos en su fe. En efecto, Alá ordena en el Corán la persecución de los no creyentes: “Combatid contra los incrédulos que tengáis al alcance”. Son la espada y la matanza, más que la palabra o predicación, los principales instrumentos para la propagación del Islam, así como la absoluta intolerancia a infieles y no creyentes. Lo curioso es que otro tanto ocurre con el dios de los judíos y cristianos, Jehová. Él también ordena la muerte y persecución de quienes no le profesan culto exclusivo. Mata y castiga a paganos e idólatras. Dice a su pueblo que cuando someta a naciones paganas, “has de acabar con ellas sin dejar alma viviente. No contraerás amistad con ellas, ni les tendrás lástima… Exterminarás a todos los pueblos que tu señor dios pondrá en tus manos. No se apiaden de ellos tus ojos”. Dice Jehová en otra parte: “Tomaré venganza de mis enemigos… en sus propias carnes cebarse ha mi espada”. Jehová insiste en la muerte de todo infiel y ofensor a la ley: “En las ciudades que se te darán no dejarás un alma viviente, sino que a todos sin distinción los pasarás a cuchillo”. Lo mismo que Alá.

De hecho, hay dos pasajes sumamente parecidos en el Corán y en el Antiguo Testamento: Dice el primero: “¡Profeta! Anima a los creyentes para que luchen. Si hay veinte de vosotros constantes podrán vencer a doscientos, y cien vencerán a mil de los que no creen”. Y en la Biblia: “Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros”. Y es que Jehová y Alá no son dioses de paz, perdón, reconciliación y amistad, sino de guerra, venganza, muerte y persecución inmisericorde de los infieles. Pero considerar a Jehová y Alá como dos dioses distintos, incluso rivales, refleja gran ignorancia de las escrituras; se trata del mismo personaje, aunque llamado de manera diferente por judíos y musulmanes. En el Corán se lee que Alá crea a Adán (Adam) y Eva, y los castiga por el pecado original, que guía a Abraham (Ibrahim), y a Salomón (Suleymán), y conduce a José (Yussef) a Egipto. También encarga a Noé (Nuh) un arca para salvarse del diluvio, y envía a Lot (Lut) a Sodoma y Gomorra antes de su destrucción. Y da leyes a Moisés (Musa). Más sorprendente aún es que Alá, igual que Yahvé, es quien engendra a su hijo a través de la virgen María. Dice el Corán de ella (Maryam): “aquella que conservó su virginidad, soplamos en ella parte de nuestro espíritu e hicimos de ella y de su hijo un signo para todos los mundos”. ¿Una santísima trinidad musulmana? En efecto. Alá, a través de su espíritu (santo) engendra a su hijo en una virgen.

Yahvé es el mismo personaje que Alá bajo distinto nombre. De Jehová ha dicho el científico Richard Dawkins: “El dios del Antiguo Testamento… es el personaje más desagradable de toda ficción: celoso y orgulloso de serlo, cerrado de mente, injusto, severo y obsesionado con el control, vengativo, un limpiador étnico sediento de sangre, un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida… megalomaniaco, sadomasoquista, caprichoso y un matón malevolente” (The God Delusion). Otro tanto puede decirse de Alá… porque son el mismo dios. Cristo enseñó valores y doctrinas radicalmente distintas a las de Jehová-Alá; pacifismo, reconciliación, tolerancia, perdón, misericordia. Pero la Iglesia católica, y sus diversas ramas cismáticas, hicieron caso omiso de tal doctrina y siguieron puntualmente la de Jehová-Alá; matanza, intolerancia y destrucción, organizando cruzadas, persiguiendo y matando a infieles, herejes, judíos, musulmanes y templarios. Enloquecido es el fanatismo religioso que ha generado grandes matanzas y persecuciones a nombre de dioses distintos y rivales… ¡que en realidad son el mismo!

Profesor del CIDE.www.trilogiadelaconquista.com

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